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Hamás niega que en este ataque del 13 de julio hubiera muerto deif. Israel cree que sí logró eliminarlo.

constante agresión israelí en todos los territorios palestinos ocupados.

Dicen que esa operación la comenzó a planear en mayo de 2021, cuando Israel y Hamás ya se enfrentaron en una escalada bélica de once días, desencadenada en gran medida por las constantes tensiones y cargas policiales en la Explanada de las Mezquitas, donde se encuentra el sagrado templo de Al Aqsa.

Poco se sabe de su vida, rodeada de leyenda. Cuentan que en la Universidad Islámica de Gaza, donde estudió física, química y biología, formó parte de un grupo de teatro "Los Retornados", y según Avi Melamed, ex oficial de la inteligencia israelí, mantuvo esa afición dentro de Hamás, actuando en sus vídeos de propaganda.

Primera Intifada

Deif se unió a Hamás al inicio de la Primera Intifada en 1987, fue arrestado por Israel en 1989 y pasó 16 meses en la cárcel. Tras su excarcelación regresó a Gaza en 1990, cuando comenzó a ascender rápidamente en las filas del grupo islamista.

EEUU tiene a Deif en su lista de agentes terroristas y desde 1995 figura en la lista de los más buscados de Israel por su papel en la planificación y ejecución de numerosos ataques, incluido atentados suicidas con bombas en los que murieron decenas de israelíes.

En 2000 fue encarcelado de nuevo pero escapó. Y en 2002, en el punto álgido de la Segunda Intifada, se coronó como el jefe de las Brigadas al Qasam, brazo armado de Hamás, después de que Israel asesinara a su líder, Saleh Shehada; y desde entonces Deif es el arquitecto de toda la estrategia militar del grupo.

Desde entonces, solo se conocen tres fotografías de él: solo una está fechada, la segunda está enmascarado y la tercera es de su sombra. Vivir en la sombra para él es cuestión de vida o muerte; y no utiliza tecnología moderna para evitar ser rastreado.

"Ha sido objeto de múltiples intentos de asesinato israelíes, que se cree que lo han dejado desfigurado o parcialmente paralizado, y ha perdido a muchos miembros de su familia", indica Hugh Lovatt, experto en Oriente Medio del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, que ha investigado y escrito sobre su vida.

En la guerra entre Israel y Hamás de 2014, la esposa de Deif, su hija de 3 años e hijo de siste meses murieron en un ataque contra su casa, que buscaba asesinarlo. Desde entonces, ha pasado más tiempo bajo tierra, eludiendo la inteligencia israelí, en la sofisticada red de túneles subterráneos que él ayudó a diseñar.

"Tiene literalmente una mentalidad de búnker. Es un hombre en la sombra", afirma Lovatt.

Informaciones sin verificar apuntan desde hace años a que Deif está ciego de un ojo, que ha perdido algunas de sus extremidades y que tiene dificultades en el habla; aunque inteligencia recopilada durante la actual guerra en Gaza señalan que Deif estaba más entero de lo que Israel creía, según filtraciones de medios hebreos.

De confirmarse su muerte, sería un duro golpe para Hamás, ya que Deif estaba junto con Sinwar en el centro del cambio estratégico del grupo, donde la vertiente militar ha fagocitado a la política. Fue aquella la que planeó el ataque del 7 de octubre, y el ala política se enteró cuando el plan estaba ya avanzado.

En las negociaciones para un alto el fuego, es el núcleo militar el que tiene la última palabra, frente al jefe del buró político, Ismail Haniyeh, exiliado en Qatar.

Versión israelí

Este viernes, el portavoz del Ejército israelí, Daniel Hagari, aseguró en una comparecencia en video que cada vez cuenta con "más señales que implican una eliminación exitosa de Mohamed Deifen el ataque contra él del pasado sábado.

Hagari insistió en que Rafaa Salameh, su mano derecha, murió en el bombardeo, y dijo que Deif se encontraba sentado junto a él en el momento del ataque.

"Hamás está ocultando lo que le ocurrió a Deif, nosotros lo averiguaremos, confirmaremos y revelaremos", dijo el vocero.

Columna

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El deber de asistir, el derecho a no votar

Para el plebiscito de 2022 volvió a implementarse la obligatoriedad del voto en Chile, acompañada de la inscripción automática. Como resultado, 86% de la población sufragó, alcanzando un nivel de participación solo visto en las primeras elecciones tras el retorno a la democracia.

Sin embargo, hoy esta norma se encuentra en tela de juicio. La semana pasada un grupo de parlamentarios del oficialismo votaron en contra de multar a quienes no acudan a las urnas en las próximas elecciones. Eso sí, el Gobierno mantuvo su posición y anunció que vetará la norma, con el objetivo de reponer las indicaciones rechazadas.

La discusión sobre la multa, que es de entre 0,5 y 2 UTM (entre $33 mil y $132 mil, aproximadamente), es legítima y necesaria. Más allá de cuánto debería ser la sanción, la pregunta de fondo está en qué debemos exigirle a nuestra ciudadanía. ¿Entendemos el voto como un derecho o un deber? Se obliga a los ciudadanos a cumplir las leyes de tránsito y pagar la tarifa del transporte público. El voto, entonces, es una exigencia más, con un costo bastante bajo: participar. La gente es libre de hacer lo que quiera con su papeleta, incluso entregarla en blanco o rayada. El derecho a no votar permanece intacto y el deber se limita a acudir a la urna.

En la segunda vuelta presidencial de 2021-la última con voto voluntario-, solo el 56% de la población votó, siendo la elección con mayor participación de este régimen. Un año después, en el primer sufragio con voto obligatorio, más de 13 millones de personas asistieron a las urnas. Es decir, un incremento de 4,7 millones de votantes en comparación con la anterior. Territorialmente, este aumento varió: mientras que en Antofagasta, Atacama y Coquimbo la participación incrementó en más de 35 puntos porcentuales, en Aysén y Magallanes el aumento fue de 25 puntos porcentuales.

Quienes tienen el hábito de votar son, en promedio, más interesados en la política, pertenecen a un grupo etario mayor y tienen un mayor nivel educacional. Junto a Carmen Le Foulon y Tomás Olguín realizamos el estudio "Quién vota en Chile: primeros análisis después del voto obligatorio", donde encontramos que, bajo el voto voluntario e inscripción automática, nos acostumbramos a electores más educados, con una visión más 'liberal' respecto a temas valóricos (como el aborto) y una fuerte adhesión a la democracia.

Esto último es clave. Quienes se vieron obligados a participar en la "fiesta de la democracia" tienen un frágil apego a esta última. Requerir su participación fomenta un sentimiento de pertenencia en el proceso, fortaleciendo su compromiso cívico y apoyo a la democracia.

La evidencia es clara: el voto obligatorio garantiza una alta participación electoral. Al aumentarla y repetir la experiencia de votar, mayor es la probabilidad de que los ciudadanos vuelvan a las urnas, creando un sentimiento de pertenencia en el proceso democrático.

Si cambiamos las reglas del juego a pocos meses de la próxima elección corremos el riesgo de confundir al electorado y cuestionar la probidad del proceso electoral. Si queremos fortalecer la democracia, ¿por qué no requerir que la ciudadanía ejerza su derecho democrático más fundamental?