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¿Por qué avanza el populismo?

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Las elecciones al Parlamento Europeo tienen, en el viejo continente, una importancia política que no siempre alcanzamos a advertir desde acá. Como no están directamente vinculadas a situaciones internas que comprometan intereses particulares de cada país, permiten a los electores manifestar sus preferencias políticas de forma más transparente, constituyéndose así en la que quizás sea la medición más fidedigna del humor político continental.

Y la más reciente versión de esas elecciones europeas hace apenas unos días, ha entregado, efectivamente, una buena visión de cuál es ese humor político. Una visión que indica que si bien la centroderecha sigue siendo la primera mayoría continental, de la mano de los partidos populares y de Úrsula von der Leyen, los únicos movimientos que marcan una tendencia nueva son, por una parte, la declinación de los partidos de extrema izquierda ("The Left"), el identitarismo radical, Podemos en España ("Los Verdes", uno de los que más escaños perdió) y el Partido Liberal (el que más perdió); y por el lado de los que crecieron, "Identidad y Democracia", que es la extrema derecha, y "Conservadores y Reformistas", en la que destacan el partido de la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, y el español Vox. Más aún, en Alemania, la Social Democracia quedó postergada por primera vez desde la post guerra al tercer lugar, siendo superada por el partido de extrema derecha AFD.

Problemas reales

Las lecturas de estos resultados se han concentrado en los partidos que crecieron, lo que es razonable, pues de mantenerse la tendencia que ellos muestran, en un futuro próximo esos partidos podrían llegar a gobernar en sus respectivos países.

Los análisis describen a esos partidos, en general, como de extrema derecha, aunque existe una importante diversidad entre ellos. Así, el partido de Giorgia Meloni, que anunció su apoyo a la reelección de Úrsula von der Leyen a la presidencia de la Comisión Europea, dista mucho de Fidesz, el partido del húngaro Viktor Orbán que obtuvo un importante incremento de sus votos en éstos comicios.

En mi opinión, lo que tienen en común los partidos que han aumentado su votación en esta elección no es exactamente su derechismo, entendiendo como tal una defensa cerrada de la libertad de mercados o un alineamiento irreflexivo con el empresariado, sino su disposición a hacerse cargo de los problemas más inmediatos de la gente común de sus países, esto es, aquellos problemas que están manifestándose con más fuerza y provocando el reclamo más airado de la población. Y lo hacen para proponer soluciones sin reparar en la falta de realismo o de sentido común que esas aparentes soluciones puedan tener.

No me cabe duda de que, en este momento, el principal entre esos problemas es la inmigración. No es el único, por cierto, pero es el que más ruido hace y con razones que no se pueden ignorar. Y frente a ese tema, como frente a otros, los partidos tradicionales europeos, aquellos que aún son los más votados, pero no tienen el dinamismo de los partidos populistas, se han mostrado no sólo impotentes, sino que muchas veces incapaces.

Corrupción

Más aún, en muchos casos, se han convertido en parte del problema, envueltos en disputas por el poder del Estado que se mira como un botín a repartir. Y esas disputas y esa visión del Estado como un botín a repartir, también en muchos casos han llevado a situaciones de corrupción cuyo combate ha terminado por convertirse en bandera de batalla del populismo. Un populismo que se levanta como el gran vindicador de las masas populares que son, en última instancia, las verdaderas víctimas de una corrupción que ellas financian con sus impuestos.

Un caso notable de elevación electoral sobre la base de la lucha en contra de la corrupción es el de Alvise Pérez, seudónimo de Luis Pérez Hernández, un español de sólo 34 años que, de forma independiente, creó el movimiento "Se Acabó la Fiesta". Aunque él no oculta su vocación de extrema derecha, logró obtener más de 800 mil votos en la elección. Fue elegido así diputado al Parlamento Europeo, lo que lo dotará de una inmunidad que le permitirá continuar su guerra contra la corrupción, que él ha focalizado en Pedro Sánchez, el jefe de gobierno de España, al que promete llevar a la cárcel. Y, mucho más cerca de nosotros, el corazón del mensaje de Javier Milei y el que explica la votación que tuvo en la elección presidencial en Argentina, no fueron las reformas al sistema que prometía, sino la derrota y superación de décadas de corrupción y mal gobierno dominadas por el kirchnerismo.

Probablemente si no hubiese sido él habría sido otro candidato, tan pintoresco o con ideas tan radicales como las de él, el que se hubiese impuesto.

Posibilidades como esas no son ajenas a Chile. Los fenómenos de la ineficacia política y la corrupción comienzan a preocupar crecientemente a la opinión pública y a hacerse oír cada vez más frecuentemente como "grito de la calle". Y no son problemas ficticios o producto de "fake news", sino que situaciones muy reales.

La incapacidad del Gobierno y oposición para llegar a acuerdos que permitan solucionar problemas tan urgentes como la reforma del sistema de pensiones o los casos de corrupción que parecen crecer hasta abarcar todos los ámbitos de la actividad pública del país, no puede dejarnos impávidos.

Ministros, gobernadores y alcaldes son hoy día interrogados o lisa y llanamente investigados y algunos mantenidos en prisión, debido a problemas que van desde la presunta administración dolosa de "farmacias populares" al otorgamiento igualmente doloso de subsidios y aportes fiscales. Y esa corrupción se manifiesta en todo el país: el ex fiscal jefe de Puerto Natales se encuentra en prisión preventiva por su presunta participación en delitos de cohecho y revelación de secretos; y a raíz de indagatorias que lleva a cabo la Fiscalía Regional de Aysén, el pasado jueves se allanaron las oficinas del Gobierno Regional de Valparaíso, de la Seremi de Vivienda y del Serviu regional.

Lo mismo ocurrió meses atrás en diversos gobiernos regionales, e incluso el alcalde de nuestra capital regional se encuentra junto a otros funcionarios investigado aún de manera desformalizada por el Ministerio Público.

La ineficacia política y la corrupción se han convertido en el caldo en el que se cultivan líderes y gobiernos populistas, cuyas ofertas de soluciones desmedidas, irreales y en algunos casos inhumanas, terminan por desvirtuar y aún destruir la democracia. No es algo en contra de lo cual nuestro país esté vacunado. Por el contrario, está presente y su posibilidad crece día a día, al mismo ritmo que crecen las evidencias de esa ineficacia y corrupción.

Aún estamos a tiempo de prevenirlo, pero ello exige un cambio de actitud no sólo de los políticos, sino de todas y todos nosotros, que debemos exigirles que lo hagan.