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Se rompió el acuerdo y José García Ruminot (RN) es el nuevo presidente del Senado

POLÉMICA. En una tensa jornada, Ximena Rincón dio por desahuciado el pacto que se había firmado hace dos años para que asumiera un PPD.
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La Sala del Senado eligió ayer en la tarde, después de una jornada áspera y llena de tensiones, a José García Ruminot (RN) como nuevo presidente de la Corporación, luego de la ruptura del acuerdo administrativo que le otorgaba la cabeza de la testera al PPD.

Tras aceptar las renuncias de la mesa saliente, que estuvo dirigida por Juan Antonio Coloma (UDI) en la presidencia y Francisco Huenchumilla (DC) en la vicepresidencia, comenzó una sesión en la que el PPD llegaba con el senador Pedro Araya como propuesta de última hora.

Pero el comité de Renovación Nacional decidió presentar como alternativa a José García Ruminot, quien obtuvo 27 votos contra los 22 de Araya.

El mentado acuerdo administrativo lo habían firmado todos los partidos, salvo Republicanos y Renovación Nacional.

La irrupción de García Ruminot se comenzó a fraguar cuando se discutió la nueva conformación de la nueva Comisión de Hacienda del Senado, que según el acuerdo administrativo le dejaba su presidencia a la "DC Ximena Rincón".

Sin embargo, Ximena Rincón renunció a la DC a fines de 2022 y formó una nueva colectividad, Demócratas.

La DC reclamó su cupo y la senadora por el Maule también, argumentando que ese puesto tenía "nombre y apellido".

Desenlace

La discusión en el Senado fue más que tensa. En el oficialismo acusaron que fueron víctimas de "una emboscada política", mientras la senadora PPD Loreto Carvajal llamaba a "no dar este triste espectáculo".

En la oposición, en tanto, expresaron que el acuerdo firmado en marzo de 2022 no se había cumplido en "tiempo y forma" y, por lo tanto, estaba desahuciado, siendo la UDI el primer partido en desconocerlo de cara a la votación.

Tras una tarde llena de aspereza, José García Ruminot fue elegido como nuevo presidente de la Corporación. La vicepresidencia, en tanto, quedó en manos de Matías Walker, compañero de militancia de Ximena Rincón en Demócratas.

La también PPD Ximena Órdenes señaló que "el Senado de los acuerdos de acaba hoy", y su par Paulina Vodanovic, del Partido Socialista, tildó lo ocurrido como un "portonazo político".

"Las tragedias de los países parten cuando se rompen los acuerdos. Conversamos con el senador Pedro Araya y le dijimos que no seríamos parte de este chantaje de cupos o cupitos por la Comisión de Hacienda", evaluó Yasna Provoste (DC), firme opositora a que Rincón integrase la Comisión de Hacienda.

Anoche el ministro Segpres, Álvaro Elizalde (PS), recordó que "es un mal precedente que esta tarde, los acuerdos suscritos no se hayan cumplido", mientras que las pimeras palabras de García Ruminot como presidente de la Corporación fueron para su región, La Araucanía.

Abogado del general Yáñez: "Estamos buscando la nulidad de la formalización"

CARABINEROS. "No hay situación que impida que siga en su cargo", dijo la ministra Tohá.
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La defensa del general director de Carabineros, Ricardo Yáñez, cuestionó la "muy mala opinión" del ministro de Justicia, Luis Cordero, quien el fin de semana dijo que "esperaría que evaluara su renuncia antes" de ser formalizado, como ocurrió con el exjefe de la PDI, Sergio Muñoz.

El abogado Jorge Martínez dijo a radio Cooperativa que "nos pareció una muy mala opinión personal del ministro de Justicia, porque además él tiene mucha lejanía con las actividades que son propias del Ministerio de Interior".

Además reveló que la estrategia judicial no abogará por aplazar la formalización: "Nosotros estamos buscando la nulidad de la formalización; no un aplazamiento. Esa es nuestra estrategia. Por eso cuando me hablan de medidas dilatorias, yo lo que estoy diciendo es que aquí hay una infracción grave del debido proceso. Y lo que estoy haciendo es (intentar) anular una formalización inconstitucional e ilegal".

Martínez afirmó que "hasta donde yo sé y entiendo y se me ha transmitido, el general Yáñez cuenta con el pleno apoyo del Presidente de la República y de la ministra del Interior (Carolina Tohá), sus jefes directos".

Esta última señaló poco después que e l Ejecutivo "considera que no hay -y actúa de consecuencia en este momento-, una situación que impida que el general Yáñez siga en su cargo".

Carlos Peña

El caso Muñoz

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Para apreciar la gravedad de la conducta del director de Investigaciones, es necesario recordar cómo funcionan las sociedades y de qué forma este caso no socava las instituciones, sino que revela cuánto se les ha deteriorado previamente de manera que ahora suena ridículo y cantinflesco decir: hay que dejar que las instituciones funcionen.

Todas las sociedades, todas las relaciones humanas incluso, descansan en la confianza. Esta última abarca desde la regularidad de la naturaleza, al comportamiento del prójimo. Confiamos que el suelo no se abrirá bajo nuestros pies cuando salimos de la casa (y si alguien se cerciora de su solidez antes de pisar, dudamos de su cordura) y confiamos que detrás de la puerta que abrimos no hay un vacío (de manera que nadie la entreabre para cerciorarse que tras ella hay algo). No hay nada muy racional en esas creencias puesto que el suelo de pronto podría abrirse y tras la puerta no haber nada: del hecho que las cosas hayan funcionado de cierta forma, no se sigue que eso será necesariamente así (esto es lo que observó Hume en el siglo XVIII cuando criticó la inducción). Pero confiamos. Si no lo hiciéramos viviríamos alterados, en permanente estado de alerta, mirando para allá y para acá, tomando cautelas, y la vida sería imposible tal cual la conocemos. Y eso que vale para la naturaleza, vale también para la conducta del prójimo. Dentro de la amplia gama de conductas posibles que el prójimo puede ejecutar, confiamos que muchas de ellas (apuñalarnos, traicionarnos, incumplir las promesas) no se ejecutarán o serán poco probables. Si no confiáramos la vida social se reduciría hasta desaparecer.

El ser humano es el animal que confía.

Ahora bien, en la sociedades modernas, las sociedades como la chilena que han incrementado sus niveles de complejidad y han ampliado por esa vía las bases de la cooperación social, la confianza en el prójimo no puede fundarse en el conocimiento que tengamos de él. No puede ser una confianza concreta, derivada de una vivencia personal. Si la confianza descansara en ese tipo de conocimiento, el mercado no sería posible (piense usted que él descansa en intercambios con desconocidos) y tampoco la política de masas (que por definición es entre personas extrañas unas de otras) ¿Significa eso que la confianza en las sociedades modernas no existe? Por supuesto que no, existe. Lo que ocurre es que la confianza se transforma.

Las sociedades modernas funcionan porque la confianza se traslada de las personas a las instituciones, a los sistemas.

Cuando eso ocurre y una persona se comporta incorrectamente (como ocurre con el caso de Muñoz) la sociedad sigue funcionando como antes porque la confianza hacia la institución es suficientemente fuerte. Es lo que solía decir el presidente Lagos: frente al mal comportamiento de un funcionario, aconsejaba dejar que las instituciones funcionaran.

El problema de hoy es que la confianza en las instituciones se ha venido debilitando (se las ha socavado poco a poco al tolerarse que las reglas se transgredan de múltiples formas o cuando las autoridades se comportan de manera informal como si el cargo público debiera ser expresivo de su personalidad). Y como no hay confianza en las instituciones, basta el comportamiento de uno o dos, o de algunos, para que se expanda en la ciudadanía la conciencia de que no hay regularidad alguna, de que cualquier comportamiento es posible y de que no hay nada a lo que atenerse.

No es pues -como se cree- que comportamientos como el de Muñoz dañen a las instituciones. La verdad es la opuesta. Los comportamientos como el de Muñoz hacen cundir la sensación de incertidumbre y desgobierno porque previamente se ha debilitado la confianza en las instituciones.

Ese es el problema: que ya no se puede decir como se decía antes (y hoy se repite inútilmente) que hay que dejar que las instituciones funcionen.