Somos uno de los países que genera menos beneficios para sus pensionados dentro de la OCDE. Las razones pueden ser múltiples, pero la realidad es una sola. En Chile estamos acostumbrados a tratar mal a nuestros ciudadanos. El Estado cobra por todo y en todos los ámbitos, pero el dinero a menudo se despilfarra (cuando no desaparece, como hemos podido constatar desde hace varios años).
Y en el ámbito privado, las grandes empresas se acostumbraron a tener una enorme desconsideración para con los consumidores, manipulando precios, calidad, publicidad y otros factores de mercado. No todas, por cierto, pero sí muchas. Las medianas y pequeñas compañías deben luchar contra el poder ejercido por los grandes conglomerados. Hay nobleza entre los más pequeños, puesto que se esfuerzan y siguen adelante a pesar de la inmensa gama de trabas, dificultades y falta de apoyo real que encuentran al interior del sistema burocrático nacional. Burocracia es siempre sinónimos de ineficiencia, y también la plataforma para el pago de favores políticos (corruptela).
El empresariado, sobre todo el más grande y poderoso, debe mostrar nobleza en su accionar. También más amor por el país y su gente, en especial para con los menos privilegiados, los jubilados, los "ciudadanos de a pie". Personalmente, creo en la libertad del individuo y en los beneficios del emprendimiento, pero con cariño hacia Chile y nobleza de espíritu. Este enunciado podría parecernos obsoleto en la actualidad, tanto en lo que se refiere al término nobleza como al de espíritu. Bastante oxidada y olvidada está la idea fundamental que animó el humanismo desde siempre y que se situaba en la base de la consciencia de nuestra sociedad. Esa nobleza que nos insta a rechazar la falacia y el pragmatismo acomodaticio, que destruye la dignidad individual; que privilegia la valentía aún a costa de nuestros intereses particulares; que busca la decencia en el proceder; y que apuesta por el triunfo del saber sobre la ignorancia. Esto es lo que se podría entender por "nobleza de espíritu". Unos valores que han quedado olvidados, espero que no para siempre, entre las montañas de objetos físicos que los sustituyen en la sociedad de la opulencia. Como somos unos advenedizos en el terreno de la abundancia, exageramos.
La actitud de quienes se regulan por esa nobleza de espíritu contrasta profundamente con la laxitud moral del Chile actual, un hecho que se expresa cotidianamente en una multitud de escándalos de corrupción - principalmente políticos, pero no de manera exclusiva -, y la falta de una reacción más vigorosa ante comportamientos públicos viles. Hay una permanente justificación de estos hechos por parte, no ya de sus protagonistas, sino de sus allegados y de los partidos a los que pertenecen, lo cual manifiesta la pérdida de esa nobleza que garantizaría la defensa mayoritaria de la decencia, frente a sus inevitables desviaciones. Sin embargo, lo más grave sería, sin duda, que la esperada reprobación de los ciudadanos no se realizara durante los próximos procesos eleccionarios.