China, la ilusión de Camila
Entre las curiosidades que Chile puede ofrecer al visitante extranjero está su Partido Comunista. Una reliquia de principios del siglo XX, pero perfectamente conservada. Y no es que en otros países no existan partidos comunistas. Desde luego los hay en aquellos países en los que, en algún momento de la historia, partidos comunistas lograron instaurar sus dictaduras y hasta hoy las conservan: Cuba, en nuestro continente, China, Laos, Corea del Norte y Vietnam en Asia.
Sin duda que en muchos de los restantes países del mundo existan partidos comunistas, pero se trata de grupos pequeños de la sociedad, o son personas más bien mayores, nostálgicos, que probablemente se reúnen para recordar viejos tiempos, como en varios de la extinta Unión Soviética.
Otra de las curiosidades de nuestro Partido Comunista, además de existir, es que, siendo pequeño electoralmente, reconozcamos también que es la tienda con mayor número de militantes, sobre los 45 mil según él Servel. Su tamaño no es una curiosidad, porque, con un par de excepciones, pequeños son prácticamente todos los partidos políticos que sobrepoblan nuestro Congreso nacional.
Influyente
Además, es una curiosidad, no solo el hecho que esté en el Gobierno, sino que es realmente influyente. De hecho, es quizás el único partido que el Presidente Gabriel Boric parece escuchar con respeto y a veces hasta con veneración. Y otras de las peculiaridades de nuestro Partido Comunista es que en él es posible encontrar personas jóvenes. E incluso más: que esas personas jóvenes se destaquen como figuras públicas. Es el caso, todos lo sabemos, de Camila Vallejo, la ministra secretaria general de Gobierno.
Naturalmente que ambas condiciones: ser comunista y ser joven, representa un problema para la ministra porque, en pleno Siglo XXI, abrazar y proclamar su adhesión por la dictadura del proletariado es un contrasentido hasta en los términos.
Por ello la ministra se debate entre reuniones en salones relativamente oscuros y poblados de banderas rojas, hoces y martillos, en los que, vestida con algún bluyín gastado y camisa amaranto y con el puño en alto, o es al mismo tiempo portada de la sofisticada revista Velvet, en la que ya no se la ve con la camisa amaranto sino con la creación de algún modisto (o modista, ella es inclusiva), de moda. Digamos algún modelo tan llamativo como el que lució cuando el presidente presentó su Gabinete y ella apareció desde atrás de bambalinas vistiendo una combinación cuya pieza más llamativa era un traje de dos piezas con un precioso pantalón corto que destacaba aún más su belleza.
Esa angustiante contradicción, sin embargo, parece haber comenzado a despejarse para la joven ministra. Ocurrió durante el viaje de regreso de la delegación que, encabezada por el Presidente de la República, visitó China hace un par de semanas. En el avión algunos periodistas que la vieron abstraída observando la nada a través de las ventanillas, se atrevieron a preguntarle qué pensaba. Y ella, poniéndose un dedo sobre la mejilla y mirando hacia la altura como cada vez que debe enfrentar a la prensa, les contestó con una frase que contenía la solución a sus pesares: "No es verdad que el comunismo traiga pobreza como dicen por ahí y a quienes no lo crean, que miren a China".
Y ciertamente que es una solución y una gran ilusión para la ministra: una sociedad en que gobierna dictatorialmente el Partido Comunista, pero en la que se permite el capitalismo con todas sus ventajas. En una sociedad como esa ella podría seguir siendo ministra y disfrutar las mieles del poder sin necesidad de vestirse de proletaria de tarde en tarde para asistir a reuniones en lugares oscuros, pues los dirigentes comunistas de los países en que el partido gobierna ya no tienen necesidad ni de la oscuridad ni de la discreción, aunque, claro, se mantienen los puños en alto y las banderas rojas. Pero al mismo tiempo podría vestirse con ropa de moda y asistir a cócteles refinados sin que nadie la critique por ello: después de todo eso es capitalismo y el capitalismo estaría permitido.
"Estarían de moda"
Bien pensado, la solución de la ministra podría ser también la solución de su partido. Dejarían de ser un anacronismo y todos estarían a la moda porque, hay que admitirlo, China está de moda. Qué mejor solución que ser dictadores (lo del "proletariado" lo pueden conservar porque, una vez en el poder, no habrá quien les pueda criticar o pedir cuentas) y al mismo tiempo vivir en el capitalismo con todas las ventajas que éste les depararía. Claro que, para ello, deberían hacer la vista gorda a algunos "detalles" que la ministra no alcanzó a ver o no quiso ver detrás de los edificios rutilantes y de las enceguecedoras luces de neón de las gigantescas ciudades chinas, como Chengdú y Beijing que fueron parte de su itinerario.
Y esos "detalles" no son pocos. Por ejemplo, deberían olvidarse de promover sindicatos reales, deberían olvidarse de la crítica libre, de los partidos políticos opositores, de la libertad de prensa, de la alternancia en el poder, de la persecución a minorías étnicas como los Uigures, a quienes por cientos de miles los tienen en centros de "reeducación", de elecciones libres, de las manifestaciones estudiantiles que en antaño encabezaron y que pensando en China nos trae el triste recuerdo de lo ocurrido en la plaza Tiananmén en 1989. Menos aún, de las condiciones laborales paupérrimas para millones de mujeres y hombres del gigante asiático, y también es bueno recordar, vaya paradoja, que en ese país comunista viven los mayores multimillonarios del planeta.
En fin. Deberían olvidarse de la democracia. Aunque la democracia parece no haber estado nunca entre los objetivos de quienes, como la ministra, todavía creen en la dictadura del proletariado.
Aunque quizás a la ministra y a sus camaradas, de vez en cuando, los vendría a atormentar la idea de que dictadura más capitalismo salvaje no lo inventaron los chinos: lo inventó (Augusto) Pinochet.