Redacción

Hasta el 30 de diciembre el público podrá conocer las 13 obras seleccionadas del "II Encuentro Land Art, Instalaciones y Paisajismo", organizado por el Centro Cultural Bosque Nativo, que se está llevando a cabo en el jardín de las artes Kunstgarten de Puerto Varas

La segunda versión de este evento se concretó gracias a que el centro cultural puertovarino resultó ganador de un concurso para actividades culturales y artísticas, que busca fortalecer el turismo en la cuenca del lago Llanquihue, organizado por la fundación Plades Frutillar y financiado por el Gobierno Regional de Los Lagos y el Consejo Regional de Los Lagos.

Jose Feuereisen, director ejecutivo de Plades Frutillar, señaló que desde la fundación están muy contentos con colaborar en la realización de este evento, asegurando que la propuesta artística "es un claro aporte en diversificar el turismo en la cuenca del lago Llanquihue, además de fomentar la creatividad y el talento de artistas locales". La directora de arte del Centro Cultural Bosque Nativo, Constanza Valderrama, explicó que el Land Art "es un movimiento artístico contemporáneo, que tiene su origen a finales de los 60' en Estados Unidos, y cuyo fin era trasladar el arte de lugares tradicionales, como salas de exposiciones y talleres de artista, hacia la naturaleza".

Obras

De este modo, los espectadores que visiten el Kunstgarten, ubicado en pasaje Ricke, en pleno centro de la ciudad de las rosas, se encontrarán con creaciones enlazadas con la vegetación, formando parte de los senderos que existen en ese espacio lacustre que tiene cerca de 100 años de historia.

"Los distintos artistas y agrupaciones utilizaron materiales encontrados en el mismo lugar para componer sus obras; y también, algunos de ellos, intervinieron el espacio con elementos externos de origen orgánico que se integraron de forma armónica con el lugar", expresó Valderrama.

Una de las autoras que se encuentra exponiendo es Mónica Bengoa, destacada artista visual que ha exhibido su trabajo en diversas galerías del mundo, y que para este encuentro Land Art realizó una intervención en seis árboles, con textos hechos en fieltro de lana natural calado a mano.

El proyecto denominado "Las inefables alegrías de la enumeración" -cuenta la también académica de la Pontificia U. Católica de Chile- nació hace 10 años en los bosques de Canadá, y está basado en un libro del escritor francés George Perec, que relata "la necesidad del ser humano para nombrar y enumerar lo que está a su alrededor para ubicarse en el mundo: para tener ciertas coordenadas donde se inserta", indicó la artista.

La escultora de Purranque Jessica Torres, quien junto a la artista visual originaria de Osorno, Pía Schulze, están exhibiendo en Puerto Varas: "Procesos y encuentros en el territorio P+T" y "El nido mirador", contó que en esta última obra intervinieron una zona del parque con dos piezas de madera, a partir de "un redescubrimiento de una huella que tenía este lugar, ocupamos el follaje que recolectamos ahí mismo, y creamos un mirador con vista al lago".

Pintura

Además de las intervenciones emplazadas en el jardín, la carpa del recinto alberga pinturas, instalaciones y esculturas que reflexionan entorno al paisaje y la naturaleza.

Como el trabajo de la artista visual y pintora de Talagante, Katerina Gutiérrez, que está presentando "Mascar la tierra", obra compuesta de tres pinturas de gran formato, hechas con pigmentos en base a tierra, e intervenidas con materiales orgánicos como troncos, tierra, ramas y bloques de cemento, extraídos del mismo lugar, los cuales interactúan con el lienzo, "provocando un diálogo entre las materialidades y un encuentro con la imagen".

Los otros trabajos que estarán en exhibición hasta el último día de diciembre son: "Umbral de expansión" de Sofía Smitdth; "Naturaleza muerta", de Pablo Schalscha; "Serpiente espiral", de Stephania Sánchez; "Umbral", de Pilar Maldonado; "Árbol de peces", de Claudio Acuña; "En busca del equilibrio", de Viví Herrera; "Pajareando" de Drus Nur; y "Esculpiendo el tiempo: glaciares y cerámica", de Carolina Nieto, Patricia Abt, Celeste Larios y Rosa Troncoso; además de la paisajista Pilar Yrarrazabal.

"Recordar duele, pero a la vez es necesario y puede ser sanador." Esta es claramente la motivación de Isabel Allende al rememorar la semana del 9 al 15 de septiembre de 1973. Siete días que cambiaron la vida de la actual senadora y su familia para siempre.

Este libro puede ser leído en una o dos horas. Es rápido y cautivante debido a la historia que se narra. Isabel Allende pudo demorar bastante en realizar el ejercicio literario que pone en nuestras manos, pero en una tarde tranquila, cualquier persona puede devorar el centenar de páginas que logró escribir.

Las anécdotas familiares sobre Salvador Allende y los relatos sobre su vida política cruzan cada párrafo, pero la voz principal es la de Isabel, cuyo testimonio es irremplazable. Esa hija del Presidente que, llegando al aeropuerto de Pudahuel tras una visita a México y portando unas chaquetas veraniegas de regalo, le escuchó a su padre decir que "quizás iba a alcanzar a utilizarlas". ¿A esas alturas, el Presidente ya sabía lo que le esperaba?

Esa mujer que el 11 en la mañana salió a buscar a su padre apenas se enteró de que había un intento de golpe. Esa madre de 28 años que oyó al Chicho decir "yo no me voy a rendir" y "hay que ser consecuente", en vivo y en directo, antes de que se quitara la vida.

La autora transita entre los recuerdos de verano en Algarrobo y el semblante sombrío de Salvador Allende el fin de semana previo a su muerte. Luego describe la segunda mitad de la semana, desde el suicidio de Allende hasta el momento en que, gracias a Gonzalo Martínez Corbalá, embajador de México en Chile, logró tomar un avión al país que la recibiría durante 17 años.

En tonos optimistas, la senadora rescata el mensaje esencial de su padre para con el pueblo chileno, la solidaridad de México y Cuba durante el exilio de su familia, y su vocación política, que no es otra cosa más que un intento por proteger y perpetuar el legado de Salvador Allende.

Más allá de las apreciaciones que cada uno pueda tener sobre el gobierno de la Unidad Popular, estas memorias son valiosas porque nos entregan una visión humana respecto de lo que ocurrió con la familia del Presidente en 1973. Los datos históricos ya los conocíamos, pero los aspectos emocionales se encuentran ahora a disposición de los lectores.

Estas memorias de Isabel Allende no son una apología de su padre ni de la Unidad Popular. Son el testimonio de una hija que vio a su familia completamente quebrada de manera irreparable en sólo siete días.

"Más allá de las apreciaciones que cada uno pueda tener sobre el gobierno de la Unidad Popular, estas memorias son valiosas porque nos entregan una visión humana respecto de lo que ocurrió con la familia del Presidente"