Venta de droga en la plaza de Armas
Contradictoria señal: se detiene a cuatro vendedores y a las pocas horas quedan en libertad por disposición del tribunal.
Cualquiera que transite por la plaza de Armas de Puerto Montt (también las autoridades) podría dar perfecto testimonio de lo que allí ocurre. Basta adentrarse unos cuantos pasos para comenzar a sentir el penetrante olor de la marihuana, allí, a pocos metros de la Corte de Apelaciones, de la Catedral, de un edificio de la Delegación Presidencial y a una media cuadra de la municipalidad. Por supuesto, hay horas con mayor o menor intensidad y días en que tal aroma desaparece (cuando llueve como en el sur). Pero la media dice que la céntrica plaza, el lugar más emblemático de la capital regional, aquel al que llegan los turistas para fotografiarse y donde van los citadinos a descansar si es que la jornada laboral lo permite, se ha convertido, sin que nadie lo haya podido detener, en un pudridero maloliente de droga, con todo el riesgo que ello implica, por la inquietante normalización, para escolares de enseñanza básica y media.
Lo más increíble es que no sólo hay huellas de un consumo sin freno. Hay incontables relatos, incluso expresados a este diario mediante columnas de opinión o Cartas al Director, que dan cuenta de un tráfico desatado, a pleno día y frente a todas las sedes del poder Ejecutivo, Judicial y eclesiástico ya mencionados anteriormente. Si alguien tiene dudas, hay que armarse de paciencia (no tanta) para, aguzando la vista, detectar las transacciones: una conexión visual, un intercambio de palabras, una mano que se extiende, la otra que va en su dirección. Es todo tan evidente, tan propio de una ciudad que ha perdido sus límites.
Se podría decir que esto le corresponde a la policía, que los deben detener y poner a disposición de la justicia. Pero eso ya sucedió esta semana. Se atrapó a cuatro vendedores, todos con antecedentes penales, y el juez de garantía, arguyendo cuestiones de procedimiento, desechó la prisión preventiva y decretó medidas cautelares, entre ellas, no acercarse a la plaza (quedando, entonces, todo el Parque Costanera a disposición de los liberados).
Señales de este tipo cuesta comprender. Por más que haya alguna técnica legal, algún resquicio, lo concreto es que el narcotráfico ha recibido una poderosa señal: puede seguir operando en la plaza de Armas.