La pileta de la eterna espera
El martes, la fuente de la plaza de Armas de Puerto Montt volvió a funcionar, pero por apenas una hora, sin certezas de lo que viene.
Pocos tuvieron la fortuna, el martes pasado, de presenciar el espectáculo de la pileta de "aguas danzantes" -como se le llamó pomposamente cuando fue inaugurada-. Entre las 20 y 21 horas de ese día, volvió a la vida, después de aquella infausta partida a fines de 2019 que se topó, además de problemas técnicos, con los desmanes del estallido social que la dejaron inutilizada, luego que un grupo de antisociales rompiera piezas esenciales para su funcionamiento. Desde ese momento, la pileta ha sido un dolor de cabeza para el municipio y la comunidad puertomontina. De una indagatoria de la Fiscalía que se cerró sin responsables, se pasó a un juicio de cuentas de la Contraloría que sigue vigente y por el cual se ha dicho que se solicitará la restitución de $680 millones, por un eventual perjuicio al patrimonio fiscal.
Mientras tanto, en estos tres años y ocho meses, el sector más simbólico de la capital regional, aquel que cada visitante quiere conocer cuando visita una ciudad porque se supone es el emblema de lo que se es o pretende ser, ha permanecido con una cada vez más maltrecha malla de color negro que no se sabe si protege algo o ahuyenta las miradas. El tiempo ha transcurrido, siempre con amenazas de que la pileta está siendo reparada, que está con "buena salud", como dijo el alcalde en enero, o que se está evaluando su situación, en un estado casi permanente que no lleva a ninguna parte. Pero siempre con esa malla que tristemente simboliza el estado de un centro puertomontino que se ha ido deterioriando con los años: negra, a medio caer y sujeta apenas por una estructura levantada a la rápida.
Una ciudad como Puerto Montt, capital de una región a la que han llegado tantos nuevos habitantes animados por las opciones de futuro y las bondades naturales, merece algo más, comenzando por la recuperación de ese espacio público que ya va a cumplir cuatro años en la ignominia, sin presente, sin futuro, sin ninguna certeza a la opinión pública sobre su condición y fechas de restauración.
De la prueba piloto que hubo entre las 20 y 21 horas del martes, porque así se le llamó, ¡tres años y ocho meses después de su inauguración!, poco se supo. Quién sabe si es el prolegómeno de algo mejor o un sencillo acto de ilusionismo para animar esperanzas.