Chile, al igual que muchos países industrializados, enfrenta el desafío del envejecimiento de su población debido a la disminución de la tasa de natalidad y el aumento de la esperanza de vida. Se proyecta que para el año 2050, al menos el 30% de la población tendrá 65 años o más. Esta tendencia se acompaña de un número significativo de adultos mayores que continúan trabajando, tanto por elección personal como por razones económicas.
Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en el año 2021, el promedio de la tasa de empleo en el grupo de 65 a 69 años para los países miembros era del 22,9%. En el caso de Chile, esa cifra alcanzó el 30,4%. Además, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) informó que durante el primer trimestre de 2023, la tasa de ocupación en el grupo de 65 a 69 años fue del 34,8%, mientras que para el grupo de 70 años y más fue del 12,5%.
La inclusión de las personas mayores en el ámbito laboral es una realidad que debe abordarse tanto a nivel de políticas públicas como de gestión empresarial. En este sentido, se han implementado diversas políticas en países de la OCDE, como la educación y formación continua, la promoción de condiciones de trabajo seguras y saludables, la adaptación de las condiciones laborales a las necesidades cambiantes, el acceso a servicios de empleo adecuados y los incentivos a la contratación.
A nivel empresarial, es fundamental integrar la evolución de las aptitudes psicofisiológicas de los trabajadores mayores en la gestión empresarial. Es importante considerar los cambios físicos y cognitivos asociados al envejecimiento, como la disminución de la agudeza visual y auditiva, la reducción de la fuerza muscular, los cambios en la presión arterial y la disminución de algunas capacidades cognitivas.
Si bien existen desafíos en cuanto a la seguridad y salud en el trabajo para los adultos mayores, las estadísticas son limitadas a nivel nacional. Sin embargo, se observa que estos trabajadores tienen una mayor propensión a sufrir accidentes graves en comparación con los más jóvenes.
La gestión del envejecimiento en el trabajo implica adaptar los puestos laborales, promover la salud y el bienestar, y ofrecer oportunidades de desarrollo profesional. Además, se recomienda implementar medidas como horarios de trabajo flexibles, promoción de la salud en el lugar de trabajo y acompañamiento en la transición a la jubilación.
En conclusión, abordar el envejecimiento de la población y la inclusión de los adultos mayores en el ámbito laboral requiere de políticas públicas y prácticas empresariales que se enfoquen en las necesidades y capacidades de este grupo. Al hacerlo, se pueden generar beneficios tanto para los trabajadores como para las empresas.