Gente de gran inteligencia, en las últimas semanas ha manifestado públicamente su preocupación por el avance de la inteligencia artificial. No se trata de buscarle la sexta pata al gato, pero es indudable que los avances en esa materia, podrían ser un gran aporte, dada la escasez de inteligencia natural. Como estos avances , al final del camino se reducen físicamente a un "chip", bastaría con insertarle a diputados, expertos, senadores y jefes de todo tipo este pequeño elemento, que podría justificar las razones del cargo que ostentan, puesto que - en general - cuesta explicarse aquello, cuando se les escucha o ve en acción. Y no cabe duda que ocurrirían milagros, porque a los individuos portadores se le ampliarían los sentidos de la audición y la visión, cosas de gran importancia para eso que llaman "comunicación eficaz". Hay noticias frescas que plantean -incluso - que un simple mortal, podría llegar a comprender las conductas de su jefe, gracias al chip que éste lleva como parte de la "asignación crítica" que se le ha asignado.
Hay gente que afirma que ya existen columnistas en diarios y revistas nacionales y regionales, cuyos artículos estarían naciendo de un chat con inteligencia artificial , al cual se le ordena que escriba sobre cualquier tema. Qué frescura. Pero eso tampoco sería tan malo, porque habría una mejora sustancial en la coherencia y relación entre ideas y lenguaje, quedaría clara la diferencia entre redactar y escribir y el artículo podría resultar incluso legible. Es decir, la inteligencia artificial sería ganancia pura.
En la alarma generada por los científicos se pide hacer una pausa de seis meses en las investigaciones que están en curso. Seguramente descubrieron como clonar a una persona (no quieren contar "la firme"), y ya tienen copias de Trump, de Putin, de Netanyahu y Marcianeke, lo que resulta, por cierto, aterrador. Puede ser también que ya esté lista una impresora 3D, y sea posible imprimir muchos ejemplares de los 3S (senadores de la Región de los Lagos), y la cuestión allí se torna apocalíptica. Pero todas las cosas tienen su lado bueno: uno podría enviar al trabajo una copia de sí mismo, que haría lo mismo, pero mejor.
Seamos sinceros: usted y yo a veces hablamos largo rato con alguien de quien no recordamos el rostro, ni el nombre ni el momento en que supuestamente lo conocimos. Y así, hay decenas de preguntas mutuas sobre el trabajo, la familia, la salud, buenos deseos y chao, nos vemos. Cuando el espécimen se va, uno piensa: "debe ser la clonación de alguien que alguna vez vi, pero cuyos circuitos no quedaron bien ajustados". No obstante, una cuadra más allá, uno se detiene y se pregunta: "¿Y si hubo un experimento fallido y el clonado soy yo?".