Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Opinión
  • Actualidad general
  • Deportes
  • Clasificados
  • Cartelera y Tv
  • Espectáculos
  • Contraportada

La Metamorfosis que puede venir

E-mail Compartir

"Cuando Gregor Samsa despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto". Así comienza "La Metamorfosis", el libro de Franz Kafka publicada el año 1915. Y esas aterradoras líneas me han venido a la mente luego de la semana que acaba de pasar, pues me ha parecido por un momento que las chilenas y chilenos hubiésemos despertado esa semana dándonos cuenta de que éramos unos monstruos… o que compartíamos la cama con uno.

Con un monstruo de dos cabezas o de dos nombres, pero a fin de cuentas uno solo: el monstruo llamado narcotráfico o crimen organizado.

Puede ser que ese terrible despertar haya sido provocado por unas noticias también terribles: dos carabineros asesinados en dos semanas; el funeral no de un capo, de un vendedor callejero o quizás sólo el sicario de una pandilla criminal asesinado por sicarios de otra pandilla, que prácticamente paraliza el principal puerto de nuestro país en medio de exhibiciones obscenas de armas de fuego, disparos al aire y profusión de fuegos artificiales.

Y pocos días antes, la fotografía de dos hombres acribillados dentro de un auto presuntamente por sus adversarios en el crimen, había recorrido Chile horrorizándonos a todos.

Sí, al parecer esos hechos nos han llevado a convencernos a chilenas y chilenos que compartimos la cama con un monstruoso insecto. Un insecto tan grande y poderoso que, casi sin habernos nosotros percatado, parece no sólo ocupar ya toda la cama, sino que amenaza con convertirnos a nosotros en monstruos también.

No es santiago

¿Exagero? No, no creo. No hablo, como solía ocurrir hace años, de hechos ocurridos "en Santiago", allá en el "norte". Un lugar que nos parecía lejano y en donde todo podía ocurrir. O por lo menos en donde podían suceder cosas horribles que no podían ocurrir entre nosotros, acá, en la lejana provincia, en nuestro lluvioso sur. Pero no, no hablamos de Santiago. La sargento segundo Rita Olivares fue asesinada en Quilpué, el "Ñaju" fue asesinado y sepultado en Valparaíso. Y cualquier estadística carcelaria indica que en los recintos penales de las regiones del norte de nuestro país la mayoría de las y los internos son personas condenadas o encausadas por narcotráfico. ¿Podemos, en Los Lagos, presumir que somos ajenos a ese fenómeno? Por cierto, que no.

Una información solicitada por el diputado Andrés Jouannet y divulgada recientemente muestra que entre 2018 y 2022, 424 carabineros y carabineras fueron lesionados por maltrato de obra en nuestra región (en todo Chile fueron 7.628). No, nosotros no somos ajenos al problema: somos parte del problema. Pero lo que de veras debiera preocuparnos no es darnos cuenta de que el problema puede estar también entre nosotros, sino qué hacemos para prevenirlo.

Voy a mencionar sólo una situación. El Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda) acaba de dar a conocer los principales resultados del décimocuarto Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar. El estudio recoge la magnitud y tendencia del uso de sustancias en estudiantes de octavo básico a cuarto medio y se aplicó en 134 comunas de las 16 regiones del país. En él se muestra que si bien ha habido una disminución del consumo de sustancias en el último año estudiado, el consumo de alcohol, tabaco, marihuana, cocaína y pasta base sigue existiendo entre nuestros niños y jóvenes en todo el país. Y que el 61.7% de los encuestados se consideraba en gran riesgo de consumir cocaína por lo menos una vez al mes.

Pues bien: eso puede estar ocurriendo entre nuestros jóvenes, aquí, en nuestra región, ahora mismo, en nuestro querido sur de Chile. El monstruo también puede estar entre nosotros. Es más: no hay ninguna razón para suponer que no ha de estar. Es la misma situación que han vivido y siguen viviendo las madres y los padres de Valparaíso que tienen, hoy, la obligación de preguntarse a quién vendía la droga el Ñaju.

¿Están nuestras madres y padres haciéndose esa pregunta? ¿Se la hacen nuestros profesores, nuestras autoridades educacionales? ¿Todas nuestras autoridades? ¿Todos nosotros? ¿Se está conversando de manera franca, transparente y directa sobre los graves problemas del consumo de drogas en nuestros hogares? En todos los hogares, porque sin duda la problemática está en todos los sectores sociales y económicos. ¡Desearía que la respuesta fuera positiva, pero me atrevo a asegurar que no lo es!

Y hasta ahora no nos hemos preocupado demasiado porque recién parecemos estar tomando conciencia del problema. Pero no escribo esto para lamentarme. No es la hora de hacerlo sino de comenzar a preocuparnos seriamente. Porque de no hacerlo puede estar cercano el día en que nos despertemos y comprobemos, como Gregor Samsa, que ya es demasiado tarde y nos hemos convertido en monstruos.