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Los conchales y corrales recuerdan el pasado del archipiélago de Calbuco

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En el borde costero de las actuales provincias de Chiloé y Llanquihue las evidencias de ocupación más antiguas existentes, conocidas como conchales arqueológicos, datan de hace unos 6.000 años (C. de Monumentos Nacionales, 2011).

Se trata de depósitos culturales que evidencian cientos y miles de años de ocupación humana de las poblaciones originarias en la Norpatagonia. Consisten en grandes depósitos de conchas, huesos y artefactos abandonados por grupos humanos que ocuparon de forma recurrente el litoral. Los restos mencionados eran arrojados fuera de las chozas, lo que con el paso del tiempo se convirtieron en cerros de grandes dimensiones.

Debido a la humedad del suelo, estos lugares fueron utilizados por el drenaje que ofrecían. Se pensaba que eran solo depósitos de basura, pero el encuentro de restos humanos evidencia su uso como cementerios indígenas. En estos han sido encontrados utensilios líticos y fabricados de hueso. En la actualidad constituyen un sitio sagrado para algunas comunidades indígenas de la región.

En el litoral calbucano existe la identificación un gran conchal en isla Quenu, el cual ha sido promocionado por iniciativa privada con motivo turístico. En las islas Puluqui, Chidguapi y Tabón es posible visualizar, haciendo un recorridos pos sus playas, la presencia de estos vestigios que durante la época de 1935 a 1942 fueron explotados por los campesinos insulares para la obtención de conchas que eran ensacadas y conducidas a hornos crematorios para fabricación de fertilizante agrícola, cuyo mercado era la zona central del país. Por esta razón, muchos se encuentran en un evidente deterioro y con huellas de excavaciones realizadas en ellos.

Pionero en los trabajos de identificación de conchales en las costas de Calbuco fue el profesor Daniel Serrano, quien mencionó la presencia de estos, cercanos a ríos y escasos metros de la playa, en sectores como San Rafael, el Rosario y Huito en el litoral continental. En ellos encontró restos correspondientes a cerámica, que suponen una ocupación de característica alfarera.

De ser reconocidos estarían protegidos por la ley 17.288 de Monumentos Nacional como bienes arqueológicos, entendidos como "yacimientos con vestigios de ocupación humana que existen en un contexto arqueológico y que no están siendo utilizados por una sociedad viva o en funcionamiento".

Asociados a los conchales se encuentran los corrales de pesca. Consiste en un sistema de pesca pasiva donde el habitante originario dispuso un conocimiento integro de los fenómenos de pleamares y bajamares. Evidencia de estos existen en diversos lugares del mundo. Realizados de piedra y varas trenzadas, se asume la desaparición de estos últimos por efectos de la degradación.

Construidos de rocas conocidas como bloques erráticos y con una altura no superior a un metro, quedaban atrapados a la vaciante (baja mar) entre otros, róbalos, jureles, congrios, sierras, especies abundantes en tiempos pasados. Charles Darwin en su recorrido por Chiloé en 1834 mencionó que los habitantes de isla Lemuy, Chiloé "en ciertas épocas toman de los corrales de pesca o setos recubiertos por la marea alta, peces que ha dejado allí el mar al retirarse".

El arreglo de los corrales era un trabajo familiar o comunitario. Los fuertes temporales de viento norte podían desarmarlos, por lo cual requerían constante mantención. A este fenómeno destructivo se asocia la figura mitológica del cuchivilú, especie de cerdo-culebra que se encargaba de destruirlos y comer los peces de su interior. La rogativa williche de bendición de los corrales era denominada treputo.

Se postula que tuvieron vigencia utilitaria en esta zona aproximadamente hasta la década de 1980. Observaciones y antecedentes recabados nos permiten plantear un nuevo uso como criaderos para engorda de mariscos como almeja, cholga y chorito, para posterior extracción, consumo familiar o venta de pequeñas cantidades en el mercado local.

Los corrales de mayor antigüedad son mantenidos por los descendientes actuales con estos fines, entendiendo una adaptación de este sistema dado el descenso de peces en las costas. Los campesinos de las islas de Calbuco llaman a este Cholcheñ, que es étimo originario proveniente del idioma Williche. En isla Quihua existe un lugar conocido como punta Cholche, quizás por la existencia de corrales desde tiempos inmemoriales.

El antropólogo Ricardo Álvarez menciona que las comunas de Calbuco y Quemchi sean quizás las que más corrales de pesca poseen en sus costas. El no saber sobre su existencia hace que muchos de estos sitios patrimoniales se destruyan, al intervenir la empresa privada, realizar una construcción o hacer un camino.

Se necesita una convivencia más armónica entre progreso y patrimonio. Falta el reconocimiento de la sociedad civil y que para esto es necesario el accionar educativo.