De la seguridad pública a la seguridad ciudadana
Durante el medioevo, los señores feudales se regían por dos compromisos. El primero era servir a su rey, pagándole tributos y defendiéndolo cuando así éste lo demandaba. Esa relación no tenía más fundamento que el poder real, supuestamente emanado de Dios mismo. Su segundo compromiso era el de proteger a sus propios súbditos dándoles cobijo en sus defensas fortificadas cuando eran objeto de alguna amenaza externa, lo que ellos retribuían con sus propios tributos. Con la decadencia del feudalismo este segundo compromiso adquirió la formalidad de un "contrato social", según Thomas Hobbes que, en su obra Leviatan de 1651, lo presentó como un acuerdo según el cual los seres humanos están dispuestos a entregar cuotas de libertad individual a cambio de seguridad, protección, identidad y servicios.
Surgió así el concepto de Estado como un acuerdo de los ciudadanos, ajeno a toda intervención divina. El resultado fue una pérdida o reducción de algunas libertades de los individuos en beneficio del Estado que actúa por intermedio de la ley, pero esas mismas leyes -el contrato social- deben también ser respetadas por el Estado.
Desde el siglo XVII, esta idea de la sociedad como un "acuerdo" o "contrato" entre los ciudadanos y el Estado ha estado presente como fundamento de la democracia. Por ello es que, cuando una de las partes, el Estado o los ciudadanos, falta a ese "acuerdo", es la democracia la que se debilita.
Seguridad
Creo, desgraciadamente, que eso es lo que está ocurriendo en nuestro país con relación a la seguridad pública y al incremento casi desmedido de la violencia y el delito en diversas formas. No dudo que las fuerzas policiales estén haciendo el mayor esfuerzo que les resulta posible, pero es claro para todos que no ha sido suficiente. Y tan insuficiente que, en Puerto Montt, vecinos de Puerta Sur, Alerce Histórico, Mirasol, población la Colina y otros barrios de nuestra ciudad han optado por procurarse ellos mismos su seguridad, organizando sus propios "grupos de vigilancia". ¿Están faltando al "contrato social"? Sin duda que sí, pues en democracia, no les corresponde a ellos ser los fiadores de su seguridad, sino que el Estado.
Sin embargo, se debe admitir también que, no obstante los esfuerzos que hacen la Séptima Comisaría de Carabineros de Mirasol y la Séptima de Alerce, los vecinos no se sienten seguros.
La pregunta que debemos hacernos es, ¿por qué los vecinos deben organizarse para defenderse de la delincuencia y de los violentos?
¿Por qué se llegó a este momento?
¿Es que acaso el Estado los abandonó?
¿O cómo dice un senador, se instaló una sensación generalizada de impunidad?
Y al contrario, los que cometen esos delitos, secuestran personas, atemorizan a los vecinos, venden drogas, ¿actúan con mayor desparpajo al saber que existe esta especie de anomia y laxitud por parte de los órganos del Estado que son los encargados de administrar justicia?
En cambio, nuestros vecinos, no obstante, que son personas decentes y respetuosas de la ley, debido a la responsabilidad que tienen con ellos mismos y con sus familias, están asumiendo funciones que no les corresponden. La intención sin duda es buena y responde a una necesidad objetiva, pero lamentablemente en otros países de América Latina, particularmente en Centroamérica y México, han derivado en "grupos de autodefensa" que terminan por escapar al control del Estado y de los mismos vecinos, para terminar asumiendo actuaciones aberrantes que van desde linchamientos de presuntos delincuentes hasta el reemplazo de las bandas en sus actividades delictivas.
No es algo que crea que vaya a ocurrir entre nosotros, pero sí es algo que, responsablemente, debemos prever y evitar a todo costo. Porque ya está dicho, cuando se rompe el "contrato social" es la democracia la que se debilita y todos perdemos por igual. Todavía estamos a tiempo de evitar que las cosas pasen a mayores.
Los vecinos pueden y deben colaborar con la fuerza pública en procura de su propia seguridad, pero no deben reemplazarla. La fuerza pública debe buscar esa colaboración, sin temor ni resentimiento.
Ese es el paso que va de la "seguridad pública" a la "seguridad ciudadana": algo que nos corresponde a todos promover para recuperar la paz y la convivencia que nunca debió abandonar nuestra ciudad y nuestra región.
Ya es tiempo que el Estado, ese con mayúsculas, no falle en su labor principal, ¡que es otorgar seguridad, protección, identidad y servicios!