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Presidente, póngase corbata por favor

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Se dice que Salvador Allende, en una audiencia protocolar con el embajador de Italia, en un momento de distensión, le habría señalado "embajador, esa hermosa corbata que usted lleva puesta, se vería mejor en el cuello de este Presidente", sugerencia que fue aceptada de inmediato por el representante itálico, procediendo en el acto a regalársela. Cierta o no tal anécdota, sí sabemos que Allende fue un hombre elegante y que le asignaba importancia a su presentación, no sólo por vanidad, también para ser querido y respetado por su pueblo y especialmente por la investidura que representaba: ¡ser jefe de Estado y de Gobierno!

Sabemos que los tiempos han cambiado, pero para habitar la república, no se deben descuidar las formas.

Presidente Boric, sé que por estos días usted ha andado de viaje tratando de reparar en el extranjero algo de la imagen de nuestro país que usted mismo se ha encargado de deteriorar con algunas de sus decisiones, pero de todas formas me atrevo a escribirle.

Quiero decirle que por acá le tenemos cariño. Usted es joven, muchos de nosotros creemos que usted tiene buenas intenciones a pesar de los errores que comete y, sobre todo, porque usted es del sur y la gente del sur quiere a la gente del sur. Pero debo decirle también que la mayor parte del tiempo cuesta quererlo. Y eso no tiene que ver ni con sus tics, ni con que se de vuelta para el lado contrario cuando desfila o que se la vayan en collera los números: eso le pasa a cualquiera.

Bueno, no a cualquiera, pero igual se lo perdonamos. Lo que realmente nos hace cuesta arriba quererlo es que aún no sabemos cómo gobierna usted; no sabemos qué es lo que se propone hacer. Mire, para decirlo en breve, todavía no sabemos por qué usted y sus amigos quisieron gobernar, si todavía no han querido o no han sido capaces de comenzar.

Seis meses

Se pasaron los seis primeros meses tratando de que se aprobara un proyecto de Constitución que habían escrito unos personajes algo iluminados, que pensaban que podían inventar un país a su imagen y semejanza.

Era absurdo pensar que las chilenas y chilenos iban a aceptar ese país de fantasía o más bien de pesadilla, pero usted y sus amigas y amigos ministros se empeñaron en apoyarlos. Fueron seis meses perdidos en los que la situación acá, en nuestro sur, fue de mal a peor y hoy día más de la mitad de esta parte de Chile vive bajo el temor de grupos que usted no ha sido capaz de combatir con las herramientas que le proporcionan la Constitución y las leyes. Seis meses en que la economía, que estaba mal a raíz del covid-19 y de la guerra económica entre China y Estados Unidos, y después, con la invasión de Rusia a Ucrania, empeoró porque usted sembró la duda entre inversionistas nacionales y extranjeros al apoyar el proyecto de Constitución aquel, y porque sus colaboradores, quizás aprovechándose de que usted se hallaba ocupado haciendo campaña por ese proyecto, se han empecinado en boicotear la aprobación del TPP11 o no confirmar el Tratado con la Unión Europea, que a estas alturas son lo único que puede estimular nuestras exportaciones.

Y para terminar de… rematarlas, usted decidió convertirnos en el único país de Occidente que en lugar de buscar acuerdos y ojalá la paz en el Medio Oriente, ha agredido a Israel (no recibiendo a su embajador, y vaya paradoja, sí recibió al representante de Arabia Saudita, donde las mujeres no gozan particularmente de libertades y derechos que vuestro gobierno hace tan bien en defender), una de las partes en ese conflicto, y se ha convertido así en el defensor de la otra parte en esta región del mundo. Entiendo que Hamas ya lo mandó a felicitar y se congratula de tener a un inesperado aliado en este hemisferio, aunque el resto de nosotros, las chilenas y chilenos, deberemos lamentar, con algo de rubor tal vez, ser testigos de un impase diplomático innecesario. Y todo eso producto de conductas impulsivas que generan consecuencias… antes de que en realidad haya comenzado a gobernar.

Por eso, Presidente, para que podamos quererlo de verdad y apoyarlo como merece un hombre del sur como usted, por favor, comience a gobernar.

Deje de jugar al joven diferente y habite la república con actitudes republicanas; hágase cargo de que gobierna un país grande y complejo y que debe pensar antes de dejarse llevar por sus pulsiones. Habite la Presidencia y entienda que para ello debe tener una actitud y una apostura presidencial.

Póngase corbata, arréglese la chaqueta, la camisa bien metida dentro del pantalón y compórtese como Presidente, gobierne. Denos razones para apoyarlo, razones para tenerle cariño no sólo porque es joven y del sur, sino porque es un buen Presidente. O por lo menos porque intenta serlo.

En definitiva, la corbata puede ser sólo un detalle, eso ya lo sabemos. Porque lo verdaderamente relevante es que habite en forma la república.