El castigo a las formas
El domingo fue también derrotado un modo de hacer política de trincheras que busca aniquilar y no entender a su rival. Los partidos políticos tienen ahora la enorme responsabilidad de recuperar el diálogo y los acuerdos que pide el electorado.
No sólo fue derrotada el domingo pasado la propuesta de nueva Constitución. También lo fue una forma de hacer política, rayana en el espectáculo y reclamos identitarios, que por meses atrapó a la Convención Constitucional, sin que ninguna de las fuerzas supuestamente moderadas o con trayectoria política haya tenido la sabiduría, el coraje y la visión para ponerle freno a su debido tiempo. La desmesura en las formas y el fondo del trabajo de los convencionales (no todos, por cierto) marcó de tal modo el rumbo que para muchos fue imposible separar el proceso del resultado, con el consabido 62% para el Rechazo en una votación inédita, tanto por su nivel de participación como por el remezón político que le ha provocado a un gobierno que se la jugó por entero por la opción perdedora y que ni siquiera lleva seis meses de mandato.
Esta derrota de las formas que predominaron en la Convención debe ser una luz de alerta para la política, aquella llamada a conducir el país, y para el nivel de conversaciones que tristemente ha dejado relucir lo peor de los fanáticos. Por años ya, merced a las posibilidades sin responsabilidades que entregan las redes sociales, se ha transitado desde el diálogo y la búsqueda de acuerdos a una cultura de la cancelación hacia quienes piensan distinto, provocando un efecto burbuja que a muchos les estalló en la cara el domingo pasado.
Uno de los mensajes que ha entregado la ciudadanía, y de manera muy contundente, es que clama por acuerdos y serenidad en el diálogo, lejos de las funas y cancelaciones que se han visto incluso ayer en el espacio público, a propósito de desmerecer el resultado de la votación en virtud de una supuesta superioridad moral (quien tenga dudas, averigüe qué es lo que se ha dicho acerca del triunfo del Rechazo en Petorca, muestra de una miseria humana que se debe erradicar de cualquier diálogo).
Esta es la oportunidad para que las fuerzas políticas, sin distinción, recojan el mensaje, interpreten su significado y conduzcan un necesario proceso que responda a lo que ha mandatado la gente. Es la oportunidad también de ir dejando de lado las odiosas funas y cancelaciones. Lo necesita el país.