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Segunda oportunidad

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Llegó el momento. Finalmente, los chilenos deberemos el próximo domingo pronunciarnos sobre nuestra aprobación o rechazo al texto que nos ha propuesto la Convención Constitucional.

Es, también, el momento de la última reflexión, una que no puede sino arrancar de la constatación de dos hechos básicos. El primero es el que explica que este proceso ha sido la expresión de la aspiración nacional por una nueva Constitución, una aspiración que quedó manifestada, abrumadoramente, en el plebiscito de entrada del 25 de octubre de 2020. El segundo hecho básico es que la voluntad nacional detrás de tal aspiración era que esa Constitución nos interpretara a todos, aun en nuestra diversidad, como quedó de manifiesto en el acuerdo del 15 de noviembre de 2019 que dio origen al proceso constitucional.

Quizás fue necesario un estallido social para darnos cuenta de ambos hechos básicos: Chile necesitaba reformular, actualizar, el marco de nuestra convivencia social al tenor de los cambios ocurridos en los últimos años en nuestra sociedad.

Era necesario que lo hiciéramos para establecer la base sobre la cual avanzar en una nueva etapa como pueblo y como nación. Al reunirse aquel 15 de noviembre los representantes del arco completo de fuerzas políticas que representan nuestra diversidad ciudadana, y sobre todo al ser capaces de llegar al acuerdo que dio lugar al proceso constitucional y al término del estallido social, lo que demostró también que esa nueva Constitución debía ser una que se originara entre todos y que los comprendiera a todos. Una en la que todos encontraran las bases para seguir juntos adelante, aunque no todas sus aspiraciones estuviesen contenidas en ella.

Voluntad mayoritaria

Incluso quienes se marginaron de ese acuerdo contribuyeron a demostrar que la voluntad que él representaba era mayoritaria, que ellos eran la minoría y le daban la espalda a lo que todos anhelábamos.

Por eso es por lo que debemos preguntarnos porqué, si esos hechos básicos estaban a la vista de todos cuando el proceso se inició, las mujeres y hombres a los que entregamos la misión de elaborar esa nueva Constitución no sólo defraudaron la aspiración de que ésta nos contuviera a todos, sino que elaboraron un texto que hoy parece dividirnos más de lo que estábamos cuando el proceso comenzó. Nos entregaron un texto que respondía a las ideas y aspiraciones de aquellos que justamente se habían marginado del acuerdo nacional. Respondía a una minoría.

Desde luego es algo difícil de explicar y quizás ni siquiera valga la pena encontrar esa explicación. Ocurrió y no cabe más que admitir que fue un desperdicio. Fue farrearse la mejor oportunidad histórica en nuestros más de 200 años de vida republicana, que teníamos todos como nación y ellos de ser recordados como los artífices de la Constitución de nuestra república.

Una pena por ellos. Lo más probable es que el próximo domingo su proyecto sea merecidamente rechazado y ellos no pasen a la historia como quienes elaboraron el instrumento que habría de orientar y dar marco a nuestro futuro.

Para ellos y ellas no habrá una segunda oportunidad, pero sí la habrá para nuestro país y para quienes vivimos en él. Ese rechazo no será el fin de nada para Chile, por lo contrario, será el comienzo de esa segunda oportunidad que sin duda nos merecemos, de elaborar, esta vez sí, la Constitución que sea una casa que a todos dé albergue.

¿Acaso nuestras propias experiencias de vida nos demuestran que si algo hacemos mal, mejor darnos otra oportunidad?

¿Habrá algo que agradecer a esas personas que se farrearon la oportunidad que entre todos nos habíamos dado y que arrojaron al basurero de la historia la responsabilidad que les dimos de aprovechar esa oportunidad? Creo que sí, creo podemos agradecerles haber aprendido de la experiencia que ellos nos brindaron, para no repetirla.

Agradecerles antes de olvidarlos. ¡Porque nuestro país se merece una nueva oportunidad!