Derrumbes en la ruta a Pelluco
Desde hace años se venía advirtiendo del peligro en que se encontraban las casas de la toma en la ex línea férrea. Esta vez se tuvo suerte, quizás no para la próxima. Más que declaraciones llenas de buenas intenciones, la urgencia exige ahora voluntad política y una acción decidida.
Dentro de tantos ejemplos pasados y presentes que se pueden encontrar, quizás el de la toma de Pelluco, en Puerto Montt, sea el mejor para explicar la insoportable inacción estatal ante irregularidades evidentes, que ni aun con el antecedente claro de vidas en riesgo ha servido para movilizar a las autoridades, tanto anteriores como actuales. Desde que hace algunos pocos años comenzaran a instalarse las primeras viviendas en el sitio por el que pasaba la línea férrea, sin permiso del dueño del sitio (EFE) ni menos medidas de seguridad de lo que se supone se necesita para una construcción en una ladera, se fue sostenidamente pasando a observar cinco, diez, veinte frágiles viviendas, hasta llegar a la cincuentena que hay en la actualidad.
A pesar de que hubo innumerables voces ciudadanas que fueron alertando acerca de esta complejidad, impactando también en una vía a Pelluco que en la noche es una boca de lobo -por la oscuridad en que está sumida-, y de un informe de Sernageomin que advertía del inminente peligro de derrumbe, ninguna autoridad del gobierno anterior ni del actual, la empresa ferroviaria (dueña del terreno) o el municipio, fueron capaces de asumir el liderazgo que se requería, tanto para buscar soluciones como para pagar el costo político que significaba impedir que continuase creciendo el asentamiento en un cerro que se puede desmoronar.
Los dos sucesivos derrumbes que ocurrieron esta semana, en medio del temporal que vivió la ciudad, hicieron patente que el riesgo es real y no imaginario. Esta vez, por poco la remoción en masa no afectó a las familias que viven en el sector, ni a automovilistas que circulaban por la vía. Pero nada garantiza que en el próximo frente de mal tiempo no se tenga la misma suerte. El alcalde Gervoy Paredes está intentando ahora tomar el timón y romper la inacción estatal, pero para eso se requerirá que EFE rectifique su rol del propietario ausente que ha sido, y el Gobierno ha de comprender que tiene que ir más allá de sus deseos de propiciar un "proceso dialogante y con dignidad". Lo que se vive es una emergencia que exige acciones rápidas y urgentes, no declaraciones políticamente correctas, carentes de contenido y de soluciones concretas.