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Más ingenieros para el país
En esta parte del mundo la educación gratuita, de calidad y de excelencia, más que un viejo anhelo, parece ser una utopía; sin embargo, para llevar a cabo esta promesa deben definirse prioridades. Estamos en la era de la economía del conocimiento, donde algunos de los hombres más ricos del mundo no producen ninguna materia prima, como Bill Gates, Warren Buffet y Jeff Bezos, y las empresas como Google, Microsoft, Amazon y Meta de Facebook, individualmente valen más que varios países latinoamericanos juntos. Sólo la empresa Amazon tiene un valor bursátil de 684.000 millones de dólares, casi tres veces el PBI de Chile.
Para que una nación avance necesita de sus mejores hombres y mujeres, y si el Estado tiene que subvencionar a los jóvenes alguna carrera universitaria debe establecer como prioridad a las ingenierías duras, a los que estudien ciencias y tecnología, aunque severo suene el discurso, pero necesitamos más ingenieros y menos sociólogos, menos psicólogos, menos abogados, porque hace falta valor añadido y eso sólo lo da un ingeniero, un científico y un técnico. Además, como base necesitamos formar y contar con buenos maestros en las escuelas, con los requisitos de filtro, las exigencias e incentivos del primer mundo para jerarquizar la profesión docente de una vez por todas.
Los recursos son limitados, por eso deben ser invertidos inteligentemente y con mirada país de futuro, porque mientras aquí normalizamos los malos resultados de nuestros estudiantes en las pruebas internacionales (Pisa de la OCDE), los jóvenes en Asia están estudiando cada vez más y cada vez mejor; que de allá provenga toda la revolución tecnológica reciente no es una coincidencia. Un dato más, en el Academic Ranking of World Universities 2021, que se elabora en Shanghai, no tenemos una sola universidad latinoamericana entre las primeras 200 del mundo.
El concentrarse en el crecimiento económico por sí solo, si no está acompañado de una mejora en la calidad educativa, con redefinición de prioridades, no va a reducir la pobreza, ni producir el avance social a la velocidad que lo requieren nuestros países. Comencemos a medir el éxito mirando, además del PIB, los resultados que arroja nuestro sistema educativo en los exámenes internacionales, la posición de nuestras universidades en los ranking mundiales, el número de ingenieros que graduamos todos los años, cuántas patentes tecnológicas registramos cada año, el número de científicos per cápita que tenemos, etc., porque hoy en día la competencia real es global.
Pier Maguiña Rojas
Perjuicios de la guerra
No sólo la guerra trae desastres humanitarios, también lo es para la flora, fauna y mascotas alcanzadas por los ataques del lado que sea. La flora de las ciudades, que se ha incentivado con tanta vehemencia para tener ciudades que combaten el calentamiento global, se ven impactadas por la devastadora guerra. Fauna nativa que ingresa a las ciudades buscando refugio para pasar inviernos extremadamente fríos como ocurre en Ucrania, se ven afectados, posiblemente con la muerte, ya que sus refugios dejaron de existir.
No sólo el patrimonio queda devastado, sino que árboles, plantas, aves, mamíferos y miles de mascotas abandonadas, que finalmente para alimentarse predan la poca fauna que queda en las ciudades. Necesitamos un planeta que combata el calentamiento global y se arme de naturaleza para detener este enemigo real.
Jadille Mussa Castellano, académica de la Universidad Central
Rol de los embajadores
La política exterior de un Estado es fundamental para su existencia en el mundo actual. Lo hemos visto en el último mes: el Presidente Vladimir Putin censura medios y desconecta a su país de la actualidad noticiosa, para que sus ciudadanos no tengan una opinión al respecto, violando así el derecho humano a la información y poniendo en riesgo la democracia de su propia nación.
Tradicionalmente, la política exterior de los estados ha sido tratada con extrema cautela, bastante secreto y descansando en la idea de que es una materia que le compete a personas expertas -en su mayoría hombres, por cierto-. El conflicto de Putin con el pueblo ucraniano nos ha demostrado que esta idea cambió: los medios sociales se han inundado de contenidos de "ciudadanos de a pie" que tienen una opinión, que piden conocer y dialogar con su embajador en Ucrania, que exigen una posición clara de su gobierno frente al tema, y que se preguntan de qué manera su país está colaborando en la solución del conflicto: al "ciudadano de a pie" le preocupa la política exterior de su país.
Invito a los nuevos embajadores y embajadoras del gobierno entrante a fortalecer la participación ciudadana, a perderle el miedo a dialogar con los ciudadanos, y a estar presentes en los canales por donde hoy nos enteramos del acontecer. Vuestro trabajo es invaluable, pero sólo podremos apreciarlos si ustedes nos comunican. Valoremos la democracia, aprovechemos las tecnologías y no subestimemos a nuestros ciudadanos.
Matthias Erlandsen, académico de la Universidad del Desarrollo
Costos y Convención
Hace algunos años, Chile abordó un proyecto histórico e inédito, donde muchos trabajadores se esforzaron al máximo para completarlo dentro de los plazos y, en cierto modo, lo lograron. La prensa nacional y especialmente, la internacional quedaron impresionadas por las cosas históricas e inéditas que se hacen en Chile. Sin embargo, nada de eso hizo que el puente Cau Cau funcionara.
Nadie sabe dónde podría llevarnos una Constitución elaborada con un procedimiento histórico e inédito. Fuera de la política, dentro del mundo real de la economía, en cada rincón del proyecto constitucional se ven cientos de empleados públicos, comisiones, instituciones regionales y nacionales con más y más funcionarios, etc. Es decir, se ven gigantescos costos adicionales que deberá soportar un Estado empobrecido y endeudado.
En la Convención hay activistas de temas muy respetables, pero no hay un activista de gasto público que vele por mantener ese ítem en un mínimo. Entre cientos de personas trabajando en la nueva Constitución, al menos una debería poder decirnos cuánto costará el funcionamiento de la nueva Carta Magna con relación al de la Constitución actual.
Siempre hay que evaluar cuánto es el costo neto (descontando sus beneficios) de un cambio para saber si hace más bien que mal, o hace exactamente lo contrario. Y eso sin considerar que la torta de nuestra economía disminuye su crecimiento cada vez que se genera aún más incertidumbre con ciertas propuestas estrafalarias que se aprueban en la Convención.
José Luis Hernández