Marcuse, el mercado y los medios
El filósofo Herbert Marcuse, proveniente del movimiento conocido como Escuela de Francfort, reformuló desde el pensamiento crítico una teoría de la liberación individual y social de ruptura con los moldes representativos de la cultura burguesa instalada. Migró a EE.UU. previo a la Segunda Guerra Mundial, donde mantuvo una significativa influencia en el espacio académico, sobre todo desde la Universidad de Berkeley, en los años 60.
Para Marcuse, los medios de comunicación modernos y las industrias culturales, así como las expresiones de la publicidad comercial, reproducen e instalan los valores del sistema dominante (capitalismo de mercado), y amenazan con eliminar el pensamiento y la crítica. Los efectos de esta orientación mediática crean un escenario cultural cerrado, "unidimensional", que propicia una especie de pensamiento único y determina la conducta de los individuos en la sociedad. Los medios crean una estructura de dominación, bajo la apariencia de una "conciencia feliz" que inhibe la posibilidad de cambio hacía la liberación social. Los medios de comunicación, y el Estado, lejos de moverse entre la verdad o la mentira, se limitan a imponer un modelo y construir la realidad, orientada únicamente hacia el consumismo.
Si bien Marcuse fue visionario en varios aspectos, no pudo prever lo que pasaría medio siglo después, con las nuevas tecnologías. Hoy el sistema de influencia total ha migrado hacia el mercado, el cual va adquiriendo una sofisticación hasta lo impensado. Los medios digitales tienen la capacidad de vender ideas, productos y servicios a través de las pantallas personales, lo cual implica un método de influencia mental perfecto.
Los gobiernos aún pueden influenciar y el que asumirá en Chile en marzo querrá hacerlo, pero dentro de márgenes acotados. En un entorno republicano como el nuestro, el Estado difícilmente podría transformarse en un actor preponderante, o incluso omnipresente. La digitalización extrema en Chile ya no necesita de un "rector" externo que nos explote, como planteaba Marcuse, pues nos explotamos a nosotros mismos gracias a ese aparato que controla la vida: el celular. Y el mercado, usando este dispositivo, se encarga de dirigir nuestras actividades, adaptándose de manera perfecta a las diversas legislaciones, normas o cortapisas que se le vayan colocando para intentar supervisarlo.
La robótica es de gran importancia en la producción industrial, medicina y ciencia. Lo importante es no transformarnos nosotros en robots, manipulados por esa pantalla que llevamos en las manos y que mutará en los próximos años, y el mercado que se vale de ella para dominarnos.