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400 años de los fiscales religiosos de Chiloé

El 17 de diciembre pasado, en la Parroquia de Maullín, se celebró un nuevo aniversario de una de las instituciones laicas más antiguas del mundo: la de los fiscales religiosos, quienes representan una tradición viva de la densa cultura chilota que sigue sirviendo de nexo entre las comunidades y nuestra necesidad de trascendencia.
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Pablo Fábrega

La fuerte identidad cultural chilota, mayoritaria en el amplio territorio entre Valdivia y Punta Arenas tiene un fundamento religioso que explica gran parte de su persistencia. Sus ritos comunitarios tan acendrados en lo gastronómico (curantos), laboral (minga) y religioso (fiscales religiosos) tienen su origen en una forma de evangelización que llevaron a cabo los jesuitas de manera consistente por casi dos siglos y aún cuando fueran expulsados en 1767, continuó desarrollándose con los franciscanos e incluso se proyecta hasta hoy.

La Gobernación de Chiloé fue la más austral del mundo dentro del Imperio Español así como también la más aislada; pero no solo porque fuera un enorme archipiélago sino que porque en 1602 la gran ciudad de Osorno y todo el territorio entre Concepción y el norte de Chiloé fue abandonada por los españoles ante un gran levantamiento exitoso de los pueblos nativos.

En 1608 llegan los Jesuitas por primera vez a Chiloé y en 1611 fundan el Colegio de Castro desde donde comienzan a evangelizar, pero como no había caminos y las condiciones del clima eran muy duras, crearon las llamadas Misiones Circulares que consistía en navegar por seis meses durante la primavera y el verano por los archipiélagos construyendo capillas y organizando a las comunidades nativas para transmitir su fe y también su cultura europea.

A diferencia de otras congregaciones, los jesuitas tuvieron la visión de incorporar a sus ritos el lenguaje y la cultura de sus diferentes comunidades. Como solo podían misionar una vez al año, elevaron una solicitud a Concepción para que se creara la figura del fiscal religioso que ya se había probado en México y Perú y que fue respondida positivamente un día 17 de diciembre de 1621 por el gobernador Pedro Osores de Ulloa y que indicaba que para designar a los fiscales recomendaba elegir "…los más idóneos, no muchacho que no haya llegado a la edad de tributar ni un viejo reservado" (Tampe, 1981).

Cuatrocientos años después, el pasado viernes 17 de diciembre de 2021 en la nueva capilla de la ciudad de Maullín, se conmemoró esta institución laica con una santa misa precedida por el arzobispo de Puerto Montt, Monseñor Fernando Ramos. Lo acompañó el párroco Mirson Cayupel y su vicario Víctor Igor, junto al alcalde Nabih Soza. Los protagonistas y festejados fueron los fiscales religiosos de la comuna de Maullín y entre ellos estaba Claudio Cárcamo Paredes, fiscal de la zona de Puelpún, cerca de Misquihué.

Claudio tiene 57 años, nació y se crió en Puelpún donde sigue viviendo como uno de los líderes de su comunidad ya que desde hace 36 años ha sido reelecto como fiscal religioso. Su madre es María Eva Paredes Ojeda, aunque fue criado por sus abuelos Gregorio Paredes y Ernestina Ojeda, quien también fuera fiscal. Cuando él tenía 13 años falleció su abuela por lo que debió dejar la escuela y hacerse cargo de todos los asuntos domésticos, así como trabajar en la tierra en una zona en donde todavía se cultivaba mucho trigo y se criaban animales en pequeñas propiedades características de la cultura chilota.

Para Claudio su abuelo fue su verdadero padre: "Mi abuelo me enseñó mucho, leía mucho y tenía una gran biblioteca, siempre me hablaba de lo que leía…Mi abuelito bautizaba, el sacerdote venía solamente a poner los santos óleos que él mismo preparaba…en esos años estaba el Padre Alberto Kinzel como párroco de Maullín…no había iglesia en Pupalguín y a él le daban un caballo para que él se movilice por todo Puelpún…hacía los 9 días de la Novena a caballo lo que yo sigo haciendo pero ya no en caballo (risas)…"

El testimonio de su padre fue clave para su vida: "En 1980 empecé, desde los 18 años, a ayudar a mi papá, él rezaba en la iglesia y yo rezaba donde moría la gente…y ya a los 20 años ya no fui rezador y partí como fiscal…cuando partí solo había 4 fiscales en la Parroquia de Maullín: Puelpún, Misquihué, Cariquilda y Coyám…Después se fueron sumando muchos más y eso fue principalmente obra del párroco Ramón Vergara Castro (1989-1990) que aunque era de Santiago, le encantó la función que hacíamos…íbamos a recorrer todos los lugares con él, a ver a todos los enfermos…la gente empezó a pedir a los fiscales y la misma gente los elegía…la segunda vez que me presenté ya no tuve contrincantes pues el único que se presentó tuvo un voto y yo saqué más de 100 votos…se eligen cada cuatro años en agosto para que en octubre cuando es la fiesta patronal, se reciban los fiscales y se ponen las bandas cuando salen de la iglesia…"

A sus 30 años falleció su abuelo y hasta hoy Claudio agradece mucho todas sus enseñanzas: "mis primeras experiencias como fiscal fueron fuertes porque no me podía equivocar, no podía andar con los libros siempre así que me tuve que aprender los misterios de Fátima de memoria…usamos mucho el libro 'Jesús de Nazareno' que tienen los fiscales de Chiloé y que nos consiguió Marcelo Torres cuando era sacerdote, el que hizo una gran labor".

Para el fiscal Claudio Cárcamo la clave del éxito de su misión es trabajar con la comunidad: "Hay que ir a todas las casas, independientemente de la condición económica de la familia y también hay que tener un grupo de liturgia porque si uno no tiene, está solo y no puede uno estar en todos lados…como el florero, uno no anda bien…" Para él, "La gente de Puelpún es muy solidaria, es de piel, no hay maldad…Lo malo es que la gente joven se está yendo de Puelpún porque no hay trabajo, las lecherías se terminaron, claro que hay una pesquera que da trabajo como a 15 familias de acá…"

Claudio es feliz con su vocación por la que ha recibido numerosas distinciones como testimonio de ese vínculo profundo con la comunidad. "Me gusta ser Fiscal porque de alguna manera uno es como un granito de mostaza tratando de ayudar…con la religión uno está mejor, puede haber un montón de problemas pero uno no está con la rabia, no me afecta…uno está expuesto a muchos dolores porque la gente recurre en momentos muy críticos pero yo me mantengo tranquilo porque mi fortaleza es mi fe…muchas veces me toca dar la extremaunción y la gente fallece en paz inmediatamente".

Los fiscales religiosos como Claudio Cárcamo llevan a cabo una labor fundamental viviendo los ritos y compartiendo las alegrías y dolores desde la comunidad. Hoy son 14 los fiscales religiosos en la comuna de Maullín (Luz Sánchez de cumbre El Barro, Luis Oyarzo de Coyam, Juan Barría de La Pasada, María Cheuquepil de Pasaje Amortajado, José Oyarzo de Cariquilda, Fidel Mansilla de Tres Cumbres, María Ruiz de Peñol, Rosario Llauquén de Olmopulli, Edith Igor de Algodonal, Rosa Toledo de El Jardín, Arnoldo Godoy de Misquihué, Ricardo Schnetter de Pupalguín y Bernardita Vera de Maullín); la inmensa mayoría son mujeres líderes y comprometidas, una iglesia viva que mantiene sus valores y que a través de esta forma, logran fortalecer la comunidad.