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Mario Igor Vargas El gran dibujante puertomontino

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Juan C. Velásquez

En el sector residencial de Bosquemar IX, hay una pequeña calle denominada "Mario Igor Vargas". Seguramente la mayoría de sus residentes no conoce al personaje que hay detrás del nombre utilizado para bautizar esa modesta arteria de su barrio.

Leyendo las referencias biográficas que existen sobre él, se menciona que es puertomontino de nacimiento, agregando a ello, que vino al mundo durante la celebración de las Fiestas Patrias de 1929. En esta oportunidad agregaremos que vivió su niñez y adolescencia en calle Constitución, en el corazón del barrio portuario de Chorrillos-Miraflores. Su padre fue un obrero, propietario de una pequeña herrería, que durante varias décadas funcionó en calle Chorrillos, entre Constitución y Augusto Goecke.

Sus estudios básicos los realizó en un establecimiento escolar del barrio portuario, la Escuela Mixta Nº 56, que actualmente conocemos como la Escuela Nº 7 "Árabe-Siria". Mientras que las humanidades, hoy Enseñanza Media, la hizo en el Liceo de Hombres, donde adquirió fama y reconocimiento por su talento para el dibujo, que asombraba a compañeros y profesores. Realizó algunas exposiciones que provocaron el interés de tres grandes pintores: Ignacio Baixas, Hardy Wistuba y Arturo Pacheco Altamirano, recibiendo de ellos sabios consejos, que el novel artista escuchaba con atención.

Al concluir sus estudios de humanidades, Mario Igor se trasladó a Santiago, a fines de la década de 1940, para estudiar en la Escuela de Bellas Artes, siendo acogido en el hogar de su coterráneo, el pintor Hardy Wistuba. En la capital, su talento es inmediatamente reconocido y la Empresa Zig-Zag lo incorpora a su staff para ilustrar la portada de algunas revistas como "Don Fausto" y "Okey". Posteriormente empieza a colaborar como dibujante en otras publicaciones como "Simbad", "Aladino", "El Peneca" y "Condorito". Así la Escuela de Bellas Artes, perdió a un promisorio talento, pero la historieta chilena, incorporó a uno de sus grandes dibujantes. Entre sus amigos capitalinos, el joven puertomontino será conocido con el apelativo de "El Príncipe Negro", debido a su tez morena, gran caballerosidad y elegancia en el vestir.

Los premios y reconocimientos a su innato talento no tardaron en llegar. Entre los galardones que obtiene cabe destacar el Premio del Círculo de Dibujantes Periodísticos, el Premio Librería Nacional y el Premio El Mercurio.

A mediados de la década de 1950, la historieta ocupa un espacio relevante en la prensa chilena, sin embargo, gran parte de ella es extranjera. Ante esta situación, Mario Igor junto a otros artistas de su talla, como Miguel Gordon, Abel Romero y René Ríos, alias Pepo, el creador de Condorito, fundan la Sociedad de Dibujantes Profesionales (1955), con el objetivo de promover una mayor presencia de la historieta chilena en los diarios y revistas de circulación nacional. El Mercurio, tomará la iniciativa, entregando en sus páginas, un espacio cada vez mayor a los dibujantes chilenos.

En 1960, Mario Igor intenta que la Editorial Zig-Zag publique como revista a uno de sus grandes personajes "El Manque", un aventurero que se traslada por diversos lugares del sur de Chile. Vistiendo sombrero y poncho, impone la justicia en el mundo rural, gracias a la fuerza de sus puños. Lamentablemente, su proyecto no tuvo la acogida que esperaba y la soñada revista deberá esperar varios años antes de salir a circulación. Sin embargo, la década de los años 60, es un periodo de intenso trabajo para el artista puertomontino. Sigue dibujando en la revista "Okey", que dejará de publicarse en 1965, pero también lo hace en otras revistas de gran tiraje que pertenecen a la editorial Zig-Zag, como "Roket", "Robot", "Barracuda", "Far West", "El Intocable" y "Jungla". Además, ilustra una larga lista de novelas y cuentos.

Al comenzar la década de 1970, la Editorial Zig-Zag está en serios problemas financieros. Sus trabajadores, muchos de ellos impagos en sus salarios, inician un prolongado paro que agravará la situación. Finalmente, todo se resuelve en febrero de 1971, cuando el gobierno de la Unidad Popular encabezado por el Presidente Salvador Allende, decide comprar la quebrada empresa, que de esta forma pasa a manos del Estado de Chile, siendo rebautizada como Editorial Quimantú.

Mario Igor junto a otros 780 trabajadores se incorporan a la nueva empresa estatal.

El trabajo del dibujante sureño, cobra nuevos bríos. Las aventuras de "El Manque", comienzan a publicarse en la revista "El Jinete Fantasma", pero el éxito que logra entre los lectores, provocan que se transforme en la principal sección y termine imponiendo su nombre a la revista.

Luego del Golpe de Estado de 1973, Quimantú permanece cerrada durante algunas semanas y reinicia su labor como Editorial Gabriela Mistral que mantiene en circulación revistas como Jungla, Far West, El Manque, donde Mario Igor es uno de dibujantes más importante.

También comienza a colaborar en la revista Mampato, donde da vida a personajes como Yudex, un intrépido arqueólogo enviado a otra dimensión y a Ki'o, un joven blanco en la selva amazónica que lucha contra ambiciosos exploradores. Tras el fin de Mampato (1978), trabaja en un suplemento educativo llamado «Pocas Pecas" que se publica cada domingo en "El Mercurio". Posteriormente se cambia al diario "La Tercera", para trabajar en el suplemento dominical "Historietas", donde da vida a "Cartoriz" un aventurero del espacio. Tiempo después se incorpora como dibujante en el suplemento "Icarito" que también publica "La Tercera".

En década de 1980, ante la disminución significativa de las revistas de historietas, Mario Igor colabora en publicaciones tan diversas como "Condorito", "Asteroide", "Cachipún", "Bandido" y en revistas picarescas como "El Quirquincho" y "La Papaya". En aquella época, comienza a presentar cuadros de pérdida de memoria, que se hacen cada vez más frecuentes. El dibujante puertomontino ignora que un tumor cerebral comienza a deteriorar su salud y con el tiempo, le provocará fuertes dolores y finalmente su deceso el 13 de julio de 1995. Sus restos fueron sepultados en el Cementerio General de Santiago.

En Chile como es habitual, se olvida fácilmente el pasado y se cubre con sucesos mediáticos. Obviamente un futbolista, un actor de moda o una bella animadora serán siempre más populares que un eximio dibujante, cuyo trabajo se realiza en soledad, acompañado de una taza de café, cigarrillos y algo de música. De ahí que sólo un reducido número de lectores conozca y recuerde el nombre de Mario Igor Vargas, uno de los grandes de la historieta chilena.