Estamos celebrando nuevamente el 18 de septiembre, quizás algo distinto debido a la amenaza aún latente del covid-19, pero no tanto puesto que si bien no hay fondas ni ramadas, sigue existiendo una ingesta extraordinaria de alcohol en las casas particulares y calles de Chile. En mi última visita a un supermercado, pude constatar que prácticamente el 50% de las cosas que los adultos estaban comprando eran diversos tipos de licores, vino o cerveza. Y esto último no puede considerarse algo extraño, ya que Chile ostenta el triste récord de liderar el consumo abusivo de alcohol en América Latina, seguido por Brasil y luego por una distante Argentina, según la Organización Panamericana de la Salud.
Pero más preocupante aún es la situación de nuestra juventud. Los adolescentes chilenos ocupan el cuarto lugar del mundo en el índice de alcoholismo para este sector, detrás de Inglaterra, Dinamarca y Finlandia (datos de la OCDE y la OMS). Ahora bien, si se examinan las estadísticas del Conace (Comisión Nacional para el Control de Estupefacientes) sobre consumo de alcohol más de una vez al mes, los resultados arrojan que un 38% de los adolescentes de entre 13 y 15 años consume alcohol en Chile. Lo peligroso es que se reúnen los fines de semana básicamente con el objetivo de tomar, para así sentirse desinhibidos y locuaces, entre otras cosas. Algo a tener muy en cuenta durante estas Fiestas Patrias.
Los adolescentes chilenos no sólo ocupan el cuarto lugar en alcoholismo; habría que agregar que este dato triplica la realidad de países como Estados Unidos (11,9%), Italia (12,7%) o Grecia (12,7%). Es más, el Conace señala que un 45% de los adolescentes chilenos no considera peligroso el consumo de alcohol y, en promedio, los jóvenes comienzan a beber entre los 13 y 14 años.
Pero, ¿qué se puede esperar de nuestra juventud, cuando los padres y los adultos no están dispuestos a restringir su propio consumo, y con ello dan un pésimo ejemplo a los adolescentes? Son los adultos los grandes culpables de esta deplorable situación. En nuestro país, los mayores no son capaces de desarrollar las habilidades que se requieren para no tener que depender del trago, y poder interactuar o sociabilizar fluidamente sin él. Acá sigue siendo demasiado sencillo adquirir alcohol, incluso aquellos tipos más fuertes y peligrosos; no tenemos consciencia de los riesgos que esto encierra, pues el trago puede transformarse en un asesino silencioso y despiadado
El esparcimiento y la diversión no tienen por qué ser sinónimos de evasión a través del alcohol y las borracheras, situaciones que están a la orden del día en nuestra sociedad. Es importante poder entender que para lograr ser individuos íntegros, deberíamos dedicarle más tiempo a nuestra mente y al espíritu, a la salud del cuerpo y a las relaciones sociales sanas. El alcoholismo en Chile causa graves conflictos, irresponsabilidad, ausentismo laboral, accidentes y muerte. De seguir por esta senda, se ve muy complicado que algún día alcancemos el pleno desarrollo.