"La nueva Constitución será un acto de soberanía y no de venganza"
CONSTITUYENTES. El académico explica por qué se arrimó al Partido Liberal, habla de tolerancia, de sus meses abrumados en pandemia, de cómo debería comenzar un nuevo texto constitucional y también de candidaturas, alcaldes, Frente Amplio y familia.
Con la misma ductilidad vital que le permite, sin alterar sus convicciones, tener amigos en todos los sectores políticos, Agustín Squella -abogado, Premio Nacional de Humanidades 2009, profesor en la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso, exrector de dicha casa de estudios, columnista en diarios y autor de libros- puede pasar de las alturas de la discusión intelectual al áspero terreno de una campaña electoral, así como mostrar un amplio rango de referencias: lo mismo cita al filósofo moral estadounidense John Rawls que a los cantantes españoles del Dúo Dinámico.
En medio del "estallido social", decía Squella que la palabra crisis le parecía menos expresiva de lo que pasaba que angustia. La pandemia ha traído crisis, angustia y pobreza; y él la ha vivido abrumado, señala, como todos.
Por otra parte, como consecuencia de aquel estallido previo a la pandemia, se abrió el camino de un proceso constituyente que ha tenido lugar durante ella, en el cual Squella ha decidido participar no sólo en el debate de ideas, sino incluso como candidato a la Convención Constitucional: va como independiente en la lista del Partido Liberal.
-¿Qué lo hizo decidirse a ser candidato a constituyente?
-Involucrado fuertemente en el proceso que condujo al plebiscito de octubre de este año, desde la universidad, el periodismo y los debates públicos, consideré que era adecuado continuar haciéndolo en esta nueva fase del proceso. Se trata de una oportunidad especialísima, única en nuestra historia, para colaborar en el estudio y aprobación de una Constitución democrática tanto en su origen como en sus contenidos.
-¿Había sido candidato a algo?
-Sólo en la universidad: a la presidencia del Centro de Alumnos y, mucho más tarde, a la rectoría de ella. Mi vida ha sido casi exclusivamente académica, lo cual no quiere decir que carezca de ideas y convicciones políticas.
-Va como independiente en la lista del Partido Liberal. ¿Siente cercanía con el partido o con la palabra "liberal"? ¿O se debe a la amistad con Vlado Mirosevic, con quien tiene un libro de conversaciones?
-Con Mirosevic nos conocimos hace sus buenos 6 años y encontramos inmediata afinidad en lo personal, que eso es lo primero, pero también en nuestro pensamiento político. Hicimos el libro que usted menciona, que no por nada se llama "Libres e iguales", y hemos mantenido una permanente conversación sobre la importancia de las ideas liberales en Chile, pero no las de cualquier liberalismo, sino las de un liberalismo social, un liberalismo igualitario, un liberalismo con conciencia y vocación social que defienda tanto las libertades de los individuos como las exigencias de la justicia social, en el entendido de que de una sociedad decente no es solo una sociedad de libertades, sino una en la que han desaparecido las desigualdades injustas y prolongadas en las condiciones materiales de existencia de las personas y sus familias. Y ese tipo de liberalismo no es invento de Vlado o mío: es el de John Stuart Mill en el siglo XIX, el de Bobbio, Rawls y Dworkin en el XX, y el de Francisco Bilbao en nuestro país cuando se echaban las bases del país que tenemos.
-Hablando de amistad, ¿qué le parece el relativo revuelo de un comentario suyo en que se refirió a unos asados a los que iba en que uno de sus amigos celebraba el 11 de septiembre?
-Algunos no entendieron, o simplemente no quisieron entender, de qué iba el asunto. Se trató siempre de una reunión de amigos, y de distintas convicciones políticas, y no de una celebración de esa fecha para mí infausta. Como yo sabía que el anfitrión nos recibiría con el pabellón patrio izado en lo alto, yo llegaba ondeando una bandera negra y gritando a todo pulmón "¡Día aciago!". En la dictadura, amén de otras cosas, hubo que salvar la amistad entre personas que no pensábamos igual, atendida la enorme polarización que ella produjo en la sociedad chilena durante 17 años.
-¿Considera que estos son malos tiempos para la tolerancia?
-Nunca ha habido tiempos propiamente buenos para la práctica individual y colectiva de esa difícil virtud, y nuestra época no
"Lo malo es que en el Frente Amplio hay a lo menos vocerías que no se muestran enteramente amigas de la democracia ni los derechos humanos, aunque no en Chile, desde luego". "La vacuna da esperanza acerca del control de la pandemia. Lo que estamos viviendo es abrumador y fuente de mucho daño a las personas, de algunos ni siquiera somos conscientes".