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41 locatarios del "Caracol" claman apertura y el fin de la cuarentena

CERCA DE LA QUIEBRA. Dueños de locales del tradicional centro comercial puertomontino, que funciona desde 1982, viven los meses más duros de su historia desde que la autoridad sanitaria les prohibiera abrir sus puertas desde el 29 de julio. Señalan que no han recibido respuestas a sus peticiones y que detrás de ellos hay unas 100 familias que dependen económicamente de sus ingresos. Al menos cuatro locales ya han cerrado sus puertas de forma definitiva y otros tantos vislumbran el fin de sus actividades comerciales.
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Javier Andrade

Desde hace 100 días que al centro comercial Caracol parece habérselo venido el mundo abajo.

El inicio de la cuarentena decretada el pasado 29 de julio ha sido la peor pesadilla que han debido afrontar 41 propietarios de locales del histórico edificio que funciona desde 1982 frente a la Plaza de Armas.

A las bajas ventas que venían enfrentando los locatarios de esta galería desde el estallido social, dado el clima de inseguridad que se manifestaba en sus alrededores, el clima de angustia e incertidumbre se tornó aún más complejo para los comerciantes que se vieron en la obligación de cerrar sus locales, en virtud de que no cubrían la categoría de actividad esencial.

GOLPE EConómico

Entre el clamor de terminar con la cuarentena y los deseos que haya una pronta reapertura de los locales, el representante del recinto comercial, Ángelo Araya, aseguró que la situación que vive la comunidad comercial es muy compleja, porque a pesar de que ninguno funciona, siguen pagando gastos comunes y los servicios básicos desde que dejaron de atender hace más de tres meses.

Argumentó que son más de 100 las familias que dependen económicamente de las ventas de este centro comercial y en ellos, por ejemplo, en los salones de belleza trabajan hasta cuatro personas que forman parte del personal dependiente.

Araya comentó que la crisis del Caracol comenzó en octubre del 2020, cuando partieron los enfrentamientos entre Carabineros y manifestantes, lo que obligó a cerrar primero la reja y por ende, ya no podía entrar nadie después de las 17 o 18 horas.

"El golpe económico se empezó a notar por el temor que se instaló para los trabajadores. En marzo, una vez que comenzó la pandemia nos reunimos con el alcalde Gervoy Paredes y Arturo Sánchez, de la Dideco, en la que llegamos al acuerdo de instalar un filtro sanitario, de forma voluntario, en la entrada antes de todos los centros comerciales y galería. Y en abril un representante de la Seremía nos vino a fiscalizar y nos felicitó, señalando que estábamos cumpliendo cabalmente con todas las medidas sanitarias", recordó Araya.