Sin líderes de verdad, -hondamente comprometidos con el pretérito, presente y futuro de Puerto Montt, el sentir de sus habitantes y sus anhelos de superación-, se está quedando la capital de la Región de Los Lagos y el sur mismo, con el fallecimiento este año 2020 de cuatro ejemplares nobles paladines, que en sus respectivas vocaciones de vida consagraron lo mejor de sí mismos, por amor a su terruño y el bien de sus habitantes: el escritor y cronista Sergio Millar Soto, el maestro de básquetbol y comunicador Fernando Núñez Valderas, el artista plástico Mario Manríquez Meza y el profesor y deportista Luis Mayorga Souce.
Sergio Millar fue un maestro de maestros de historiadores regionales, además de un brillante columnista e informador, que cumpliera un connotado desempeño en el Diario El Llanquihue. Donde no sólo sobresalió por su talento de fino y certero redactor, sino también por su impresionante calidad humana, simpatía y la mejor voluntad para cumplir las misiones encomendadas, por difíciles que fuesen. Aunque era de orígenes australes, llevaba a Puerto Montt en el alma y dio sus mejores batallas por la defensa y el impulso de la cultura local en todos sus rubros. Lo que quedó indeleblemente esculpido en varios notables libros escritos por su magistral y celosa pluma, incluyendo, entre otras obras histórico-literarias, el de la Historia del Deporte en Puerto Montt y la visita del Papa Juan Pablo II a esta capital regional, mientras en el último tiempo preparaba un texto sobre el devenir de la Marina Mercante en la zona sur austral.
Fernando Núñez fue un profesor deportivo de alma grande, que, además de sembrar el básquetbol en la niñez y juventud, se compadeció de aquellos adolescentes más humildes y huérfanos de afecto, amparados en los hogares de menores sureños. Para ellos, desde hace varios años, se esmeró -con amor desbordante y contagioso- en obsequiarles inolvidables navidades. Impregnadas de ternura y de cariño, acompañadas de regalos, que la comunidad juntaba para ellos, al llamado -emotivo y ferviente- de Fernando y sus protegidos. Para quienes siempre hubo una Nochebuena -especial- digna de rememorar. Mario Manríquez manejó talentosamente su pincel artístico y prestigió, con esa singularidad, la historia de los pintores puertomontinos e hizo perdurar en el tiempo la belleza del paisaje del sur y del alma de la gente sencilla y humanitaria de nuestras costas. Sus obras son el mejor autorretrato de su grandeza humana. Luis Mayorga Souce, profesor y deportista, fue un distinguido caballero de la cultura física, que amaba el fútbol, la natación y el ajedrez. Cuyo abnegado ejemplo y enseñanzas enriquecieron la formación de muchos de sus alumnos de Matemáticas en la Escuela Melipulli, donde había jubilado. Brilló por su generosidad, modestia y rectitud, haciendo del deporte un medio para ser mejores personas. Vaya este manojo de sentidas semblanzas, para estos cuatro nobles coterráneos que tanto hicieron por nosotros. Y que había que agradecer de todo corazón.