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Réquiem por Casa Ebel: lecciones y proyecciones para el patrimonio

En los últimos años hubo un intento importante de recuperación de este inmueble de Conservación Histórica privado, que es reconocido por el Plano Regulador comunal y que hoy ya está viviendo sus últimos estertores. Ese enorme esfuerzo nos habla de las oportunidades y complejidades para el manejo y puesta en valor de nuestro patrimonio arquitectónico.
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La Casa Ebel es un inmueble de Conservación Histórica de acuerdo al plano regulador de Puerto Montt, el que pertenece a una numerosa sucesión privada familiar y que está emplazado en la intersección de las calles Benavente y Balmaceda. Fue construida en 1932 por el más importante arquitecto de la zona durante la primera mitad del siglo XX: Alberto Oettinger Stegmaier (1891- 1970), cuyo estilo responde principalmente a una corriente que se desarrolló en Alemania entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX denominada como "Jugendstil" (estilo juvenil en alemán) el que buscaba reemplazar los modelos clasicistas de la revolución industrial por formas nuevas, frescas, estéticamente ligadas a la naturaleza y a la calidad artesana de la mano de obra.

Fue habitada por la familia Ebel - Westhoff (hijos de inmigrantes alemanes que llegaron a participar de la fase final de la colonización estatal del territorio de la Provincia de Llanquihue por 1886). En ella residieron dos generaciones pertenecientes a la misma familia y que se dedicaron a explotar la madera a través de una barraca que estaba en un costado y que fue la actividad económica fundamental de los habitantes de Melipulli (Puerto Montt) hasta la primera mitad del siglo XX. A fines de los años 70 la Casa Ebel se ofreció en arriendo, adquiriendo la función de Escuela de Administración, años más tarde pasa a arrendarse a una automotriz y la gran bodega fue arrendada a la Municipalidad. Actualmente la vivienda se encuentra abandonada e incluso saqueada sufriendo un rápido deterioro.

En el 2018 un grupo de profesionales decidió impulsar un nuevo intento (el anterior fue de la Municipalidad), quien lideró esta noble iniciativa fue Marion Gaete Álvarez, nacida en Venezuela en 1981 e hija de agricultores de Paraguay Grande (comuna de Puerto Varas). Ella fue dueña del Restaurant Refugio Austral entre 2013 y 2017 y en esos recorridos a pie por el sector aledaño se produjo la primera conexión con Casa Ebel: "Confieso que tengo una manía de observar las casas con carácter o los barrios pintorescos. Visualizo como fue su historia y como se podrían sacar potencial cambiando o mejorando algunas cosas, para volver en algo a sus épocas de esplendor".

Con solo su espíritu emprendedor heredado de sus padres decidió hacer algo: "…me sumergí en ese mundo. Toqué un par de puertas municipales y gubernamentales para saber, porque estaba así. ¿A quién le correspondía el cuidado? ¿Que se podía hacer? Mi ignorancia en esta área era total y las respuestas que obtenía me dejaban más desorientada" relata Marion.

Ella reflexiona: "fue desolador enterarme de que hubo como 3 intentos de recuperarla dentro de una década y que no daban muchas esperanzas de que resulte según las palabras de algunos servidores públicos. Me enteré que existían fondos pero era muy burocrático y eterno, sinónimo de desolador por esos los intentos quedaban ahí… ¿Cuál es el colmo de un inmueble de conservación histórica? ¡Que te olviden!"

"Mi idea era unir entidades gubernamentales, autoridades y privados para crear una sinergia y así sea más eficiente el nuevo intento de poder restaurarla… Pues pasaron los días y recibí noticias de Carlos Ebel -vocero de la sucesión Ebel, dueña del inmueble- de un sí, no con mucha fe de que se logre algo por los otros intentos, pero un si igual"

De esa manera, Marion conformó un equipo de trabajo integrado por Lorena Arrey, proyectista y diseñadora, y al arquitecto Juan José Cariman así como un abogado que también había logrado recuperar algunos inmuebles en Valdivia. "Como equipo, hicimos un trabajo de unos meses para recaudar toda la información respecto a la propiedad, planos, historia, prensa, intentos fallidos, entrevistas, estudio de las líneas de financiamiento, etc." con esa base decidieron "conformar una mesa de trabajo pública y privada para unir las capacidades de cada uno y avanzar lo más rápido. Veía el interés de la mesa de trabajo que logramos concretar y eso me daba esperanzas de que esta vez no quedaría en el intento."

Luego de 2 años de trabajo viajaron a Santiago "a conversar sobre 3 modelos de acciones que le propusimos a la sucesión Ebel para liberar los fondos…cualquier acción iba a ser mejor de cómo estaba la casa. Estas acciones no tenían contras, pues ya tenían que lidiar las familias con las altas contribuciones, un inminente riesgo de incendio, uso de gente en situación de calle y basural en el interior."

"Pasaron los meses y no tuvimos respuesta, era una decisión importante claro y los Ebel son una familia grande. Pero había pasado el tiempo y fue tanta mi insistencia que Carlos al final confirma lo que nunca pensamos. La familia rechazó toda ayuda o intención de restaurarla… Reconozco que Carlos Ebel siempre tuvo la voluntad de hacer algo con esa casa, pero él no es el único heredero. Sus intenciones fueron en vano al igual que la nuestra."

"Todo es aprendizaje, y esto nos permite seguir con el equipo en ir en búsqueda de otra casa que sea patrimonio o monumento. Nuestra intención es aportar entregando la asesoría y gestionar los fondos. Puesto que una casa bajo tan rimbombante categoría termina siendo olvidadas por lo engorroso y burocrático que es una restauración. Y que las familias no pueden gestionar eso. Estamos formalizando nuestro equipo, creando una corporación a corto plazo que ya tiene un nombre: Patagonia RestaurArte con lo que queremos reencantar a la mesa de trabajo y a mediano plazo lograr aplicar nuestro modelo de apoyo a un nuevo inmueble patrimonial. A largo plazo queremos modificar la ley de patrimonio que es tan asesina de ella misma" termina concluyendo Marion.

Los últimos 30 años Puerto Montt ha vivido un proceso de modernización y crecimiento acelerado que ha ido desarmando rápidamente las viviendas patrimoniales para construir modernos edificios que tienen poco o ninguna relación con nuestra cultura local. En ese contexto, los inmuebles patrimoniales son un activador clave de la Memoria y de la Cultura Local, una forma de recordar cómo era nuestra vida de barrio cotidiana y reafirmar un relato común al interior de las familias y entre las generaciones, lo que colabora a generar una pertenencia y sentido de comunidad que tanta falta nos hace.