El Estadista
José Miguel Serrano - Economista
El insigne filósofo y político británico Edmund Burke decía que la política es un mundo lleno de indignación y furia, un universo de gritos y protestas. Decía también que la percepción de inequidad es tan importante como la inequidad real, y que el rol fundamental del Estadista es hacerse cargo de las percepciones populares, controlar sus excesos, y templar el desencanto del pueblo con cariño y prudencia.
Este pensamiento de Burke es lo que necesita Chile actualmente; o, en otras palabras, es la carencia que nos afecta de manera brutal. El creciente sentimiento de disparidad que existe en el país, es precisamente el tipo de percepción que requiere de una fuerte respuesta política en estos momentos. Sin embargo, Sebastián Piñera y su gabinete no son estadistas sino un grupo de tecnócratas, académicos y gente de negocios que esperan que los números hablen por sí solos. Han mostrado una y otra vez la incapacidad de ver más allá de las planillas Excel y hablarle a la gente en su "idioma".
Durante la pandemia, a los chilenos y chilenas les tomó poco tiempo darse cuenta de qué estaba hecho realmente el gobierno; un conjunto de líderes de negocios e intelectuales de clase media alta que saben de cosas técnicas, pero que no tienen un vínculo fraternal con el pueblo. Y lo demuestran continuamente con su falta de empatía ante las inmensas carencias populares. No importa cuán brillantes o necesarios sean los tecnócratas, nunca podrán satisfacer las demandas de la prudencia que planteaba Edmund Burke. Expertos como Sebastián Piñera y sus compañeros neoliberales han pasado años de aislamiento al interior de los bien resguardados muros de la academia y los salones de los Directorios. Al decir esto, no me estoy convirtiendo en un ardiente admirador de los populismos, ni mucho menos. No obstante, para ser un verdadero Estadista se necesita saber transitar entre la demagogia y el racionalismo objetivo; entre las promesas con sentimiento y los análisis llenos de datos técnicos.
La respuesta de Chile al coronavirus ilustra aún más las diferencias entre estadistas y tecnócratas. Sebastián Piñera dejó el tema en manos de expertos, implementando programas amplios de tests y estrictas cuarentenas por zonas. En apariencia, los cálculos parecían razonables. Las medidas duras acabarían rápidamente con el virus y la economía se reactivaría. Pero el gobierno se encontró de súbito con un problema que desconocía: atrapados en barrios sobrepoblados, los pobres no podían darse el lujo de quedarse en casa. Al final, la pobreza, el hacinamiento y una inmensa fuerza laboral informal, superaron la respuesta equivocada del gobierno. Así, Chile tiene hoy una de las tasas de infección per cápita más altas del mundo, y unas enormes carencias que no pueden seguir esperando. Se requiere un "golpe" de timón.