Limpieza en Puerto Montt
He visto con agrado el trabajo de un grupo de jóvenes que se han unido para desinfectar las calles de nuestra comuna de Puerto Montt, llegando a distintos sectores. Grupo que ha sido liderado por Rodrigo Wainraihgt, quien ha tenido la capacidad de enlazar efectivamente al mundo privado con las necesidades de la comunidad.
A veces, cuando uno mira estas acciones desde la otra vereda cuesta reconocerlas. Toda mi vida me he considerado una persona de izquierda, pero siento que corresponde valorar este tipo de ayuda, sin cuestionar de dónde provienen, porque invita a otros a hacer lo mismo y así estas iniciativas se multiplican.
Muchas gracias a todos los que están en las calles, quienes de manera desinteresada ayudan a superar esta crisis. No nos debería importar la orientación política que tengan, sino cómo aportan a quienes más lo necesitan.
Sergio Seguel Ramírez
Políticos y coronavirus
Frente a cada propuesta disparatada que hacen los políticos frente a la pandemia, me vienen las palabras del senador Juan Pablo Letelier: "son tan lesos que no entienden matemáticas".
Guillermo Álvarez Martinic
Origen del covid-19
Comprender que la tormenta pandémica al parecer se originó en un insalubre mercado de animales salvajes de China es tan sólo la punta del iceberg de una historia compleja, no una trama conspirativa. La historia del covid-19 se remonta sorprendentemente a la Gran Hambruna China de 1959-1961; coletazo del Gran Salto Adelante (1958-1962), el conjunto de fracasadas e infames políticas de Mao Zedong.
Con la desolación de más de 30 millones de muertes -fue una de las hambrunas más devastadoras de la historia-, el fracaso de poder alimentar a su propia nación y el trauma de la Revolución Cultural (1966-1976), una de las reformas económicas implementadas por Deng Xiaoping, tras la muerte de Mao (1976) e inspiradas en parte por el éxito singapurense, fue la descolectivización de la agricultura bajo el sistema de responsabilidad doméstica, en donde el agricultor se hacía responsable de las ganancias y pérdidas de su actividad. Mientras importantes firmas empezaron a dominar el mercado de las carnes porcinas y avícolas, los pequeños agricultores vieron en la cría de ciertos animales salvajes (tortugas, serpientes, murciélagos) una posibilidad de subsistencia.
El gobierno central apoyó este tipo de actividades como un medio para salir de la pobreza, uno de los objetivos fundamentales de las visionarias reformas de Deng y que serían el puntapié del capitalismo con características chinas. De esta forma, en 1988 se promulgó la Normativa de Protección de Animales Salvajes de la República Popular China. Esta declaró que los recursos silvestres -léase animales- son propiedad del Estado y protegió a las personas que sacasen un beneficio humano de ellos.
Asimismo, el Estado estimuló la domesticación y crianza de animales salvajes. Con esas bases, nació una lucrativa industria que con el correr de los años aumentaría su escala, pero que desafortunadamente fue abriendo otra: la crianza ilegal de animales raros (tigres, pangolines, rinocerontes), los cuales empezaron a ser también vendidos en los mercados del sur de China. Aquí se incubó una bomba de tiempo que explotaría dos veces de forma improvisada: primero fue el SARS (2002-2003), cuyo origen se creyó en un mercado de la ciudad de Foshan, provincia de Guangdong.
Después de esta primera explosión, que pudo ser contenida, el gobierno chino prohibió en 2004 la venta y crianza de 54 animales salvajes. Pero el lobby de organizaciones de interés asociadas a la industria venció a las regulaciones y el sector volvió a su venta con fines alimenticios, medicinales y suntuarios, tanto en mercados como en internet. Así, llegaría la segunda explosión: el SARS CoV-2 (2019-2020), que no pudo contenerse y hoy más de 200 territorios y países alrededor del mundo lo padecen.
Camilo Barría-Rodríguez, historiador
Crisis social y cuarentena
Chile vivió más de cinco meses -desde el 18 de octubre de 2019- de desobediencia civil; de protestas y marchas con o sin autorización de la gobernación respectiva; de ataques verbales, virtuales y físicos a las Fuerzas Armadas y de Orden.
También fueron cinco meses de disputas entre los poderes del Estado; de congresistas desautorizando al Gobierno y viceversa; de destrucción de bienes públicos y privados; de políticos justificando la violencia de la "primera línea"; de congresistas promoviendo indicaciones y proyectos de ley flagrantemente inconstitucionales.
Es decir, Chile vivió -y vive- una crisis de autoridad política, social, empresarial y moral.
Así, entonces, ¿por qué nos sorprendemos que, ahora, la ciudadanía no respete el mandato de la autoridad sanitaria de guardar cuarentena y no salir, ni de viaje ni a comprar pescado en Semana Santa?
Javier Labrín Jofré