A propósito de la crisis social que vive Chile hace casi un mes y medio, algunos pasaron de tener nula opinión sobre contingencia a catapultarse como máximos defensores de la sensibilidad social, al menos, en redes sociales. Y otros cuantos logran tener un sentido de masa aunque sin mucha claridad de qué buscar o hacia dónde iba la corriente coordinada. Para memes y carnavales efectistas somos los campeones mundiales, sin duda alguna, y en ese país de turbulencia, donde nada pareciera ser "espontáneo" a la luz de información posterior, entregada públicamente por la ex agregada cultural de Bachelet en Cuba, Florencia Lagos, se desprende que todos los cables estaban cuidadosamente atados.
Esto, sin desconocer que, por otra parte, existen personas que protestan pacíficamente por un Chile más justo, debido a un descontento social que se fue forjando con el paso de los años.
Sin embargo, el lado más cuestionable de la protesta social deja en evidencia que lograr la recuperación de Chile no será tarea fácil. Con saqueo y vandalismo validado y respaldado por esas voces que, por todas partes (incluso virtuales), se amparan en el pasamontañas, en medio de la confusión de quienes decían "evadir", pero "luchar" simultáneamente. Y mientras una parte de la población no sale de su estado de beligerancia, otros miles vieron cómo sus emprendimientos eran sepultados por pedradas, barricadas e incendios, y otros esperan por el mismo desenlace, guareciendo el miedo y la angustia detrás de cortinas de lata.
Y en ese mar de violencia desproporcionada y anestesiada mentalmente con ideas que no contribuyen al desarrollo de nuestro país, ciudades quedaron devastadas, con su comercio muy mermado y servicios paralizados.
Ahora, se suma la preocupación por las tomas ilegales de terreno cuya justificación, en muchos casos, se sustenta en el argumento de que es "un derecho". Como si quienes llevan años juntando recursos, esperando el subsidio, no tuvieran el mismo derecho, viéndose desplazados por los que fácilmente ocupan.
Javier Hernández H.,