Rescatemos las juntas de vecinos
Este 9 de noviembre se constituyó la Federación de Uniones Comunales de la región de Los Lagos Norte, organización que asocia a más de 700 Juntas de Vecinos desde San Pablo hasta Maullín.
La Federación permitirá contar con una mayor representatividad a nivel regional y nacional y deberá enfocarse no solo en representar mejor a nuestras comunidades, sino también modernizar nuestras organizaciones vecinales para hacerlas cada vez más efectivas.
Las Juntas de Vecinos son la unidad de gobierno local más cercana a las personas, donde todos están llamados a ejercer en plenitud los principios de participación básicos de una democracia.
Estas organizaciones pueden ser grandes agentes de cambio en beneficio de toda la comunidad y para lograrlo requieren el compromiso de trabajo colaborativo de los vecinos y -muy importante- un trato fluido y sistemático con las autoridades que honre el trabajo comunitario con resultados concretos.
Las Juntas de Vecinos tenemos un desafío permanente de promover y sostener una buena participación ciudadana, capacitarnos en gestión y habilidades de liderazgo para así aumentar nuestra capacidad para lograr resultados y atraer a los más jóvenes a tomar la posta.
En estos tiempos de cambio se abren grandes oportunidades para mejorar nuestro país desde su base, y como dirigentes estamos seguros de que nuestras organizaciones tienen el potencial de ser protagonistas para lograr un desarrollo que impacte positivamente en la calidad de vida de las personas.
Con vistas a la creación colectiva de un orden social nacional, invitamos a crear en conjunto un nuevo pacto entre las autoridades y dirigentes, para hacer un ejercicio cada vez más fluido y vinculante de planificación y toma de decisiones.
La dedicación especial y concesión de poder que esto implica por parte de la autoridad deberá ser correspondida por las organizaciones vecinales con responsabilidad, compromiso y disposición a incorporar las mejores prácticas de transparencia y gestión.
El encuentro con la razón
Relacionarse con otros es un factor básico para el buen desarrollo de nuestra vida personal y social. Intercambiar nuestro modo de ser, nuestro pensar y nuestros sueños con los demás es una oportunidad de ampliar el propio mundo personal. Pero para dejar de ser un extranjero en nuestro entorno es necesario vencer el individualismo y volver a apreciar el bien común. Ni la cultura ni el encuentro con los demás es fruto del azar, exige esfuerzo y desprendimiento personal. Aunque pueda en ocasiones no ser evidente, lo natural de la especie humana, independiente su raza o cultura, es buscar a otro semejante para compartir con él lo que le es común y más precioso: la vida. El encuentro de una persona con otra tiene algo de mágico y legendario. Sobre todo, cuando ha sido la forma en la que los humanos desde la prehistoria, con ingenio y astucia, sobrellevaron con éxito enormes desafíos climáticos y de sobrevivencia. Vencieron a animales salvajes que los superaban en tamaño, potencia y ferocidad. El secreto no fueron las armas arrojadizas ni el despeñamiento de los animales por enormes acantilados; la verdadera causa residió en la alianza, en el trabajo en equipo y en la intensidad del encuentro que experimentaron entre sí. En suma, la respuesta no hubo que hallarla fuera ni lejos del hombre, estaba en su naturaleza humana: era el uso de la razón. Con ella, mancomunadamente hombres y mujeres doblegaron la fuerza física y la sometieron a su beneficio. De tal modo, que a partir de entonces cazar un Bisonte o un Mamut lanudo no fue para el humano ya solo una cuestión de matar para no morir, por el contrario, hicieron de la razón humana una herramienta que rigió la acción colectiva y generó una estrategia coordinada para el crecimiento y el avance de la humanidad. De ahí en adelante la historia testifica logros extraordinarios contenidos en sus anales y textos debido al encuentro. Lamentablemente, también existen periodos tremendamente ofensivos a la razón humana. Momentos en los cuales en lugar de razonar se prefiere actuar contra ella; en lugar de honrar la virtud se exaltan los instintos bajos. En definitiva, en lugar de pensar se anula toda posibilidad de reflexión y cordura. Las consecuencias normalmente no tardan en llegar: violencia, guerras, hostilidades, miedo, odio y desencuentro.
Guillermo Tobar Loyola.
Académico Instituto de Filosofía. Universidad San Sebastián, Sede De la Patagonia.
Gloria Rogel Gallardo.
Presidenta de la Unión Comunal de Juntas de Vecinos Urbanas de Frutillar.