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Por la convicción o el temor

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El gobierno admite su falta de empatía con el malestar social. Que donde había guerra, en realidad había rabia acumulada por la serie de injusticias a las que había sido históricamente sometida la gente, comprometiéndose con una "agenda social" que se haría cargo de una porción significativa de sus demandas.

Los políticos hacen un mea culpa por no haber sintonizado con las necesidades de la gente, y se comprometen a promulgar con rapidez nunca vista leyes que derogan aumentos en los costos de la vida que se venían para todos los chilenos y chilenas.

Las fuerzas de orden y seguridad comienzan por fin a distinguir a "los manifestantes pacíficos", que expresan demandas sociales como ciudadanos, de aquellos que se expresan con violencia y destrucción.

Las empresas, reconocen su participación como determinantes de la crisis social y nos dicen que "hay que meterse las manos al bolsillo, aunque duela" para comenzar a resolverla, produciéndose incluso una verdadera competencia atlética en quién se pone al día primero en proveer un salario mínimo digno a todos sus trabajadores.

Todas estas actitudes y acciones pueden expresar empatía y sensibilidad ante todo lo que está sucediendo. Pero, ¿son expresión de una real conciencia de lo que está en la base del estallido social que hemos presenciado en estos día? ¿o sólo es una reacción ante el temor de quienes sienten que están perdiendo el poder o "han pecado" y buscan contener de cualquier forma la "insubordinación de las masas"?

Creo que lo que hará realmente sustentable los cambios que se comiencen a emprender para afrontar esta crisis social, es que éstos estén basados en una real convicción y no sólo en el temor.

En este contexto, la convicción tiene que ver con la comprensión profunda y sistémica que se logra tener del fenómeno. Mientras que el temor tiene que ver con el centramiento en los riesgos y pérdidas que puede implicar el nuevo escenario.

Pero ¿convicción con qué se debe tener?

La convicción que el modelo de sociedad que hemos venido desarrollando está fuertemente cuestionado y hay que reemplazarlo o corregirlo estructuralmente, para que sea verdaderamente generador de bienestar, libertad, justicia e igualdad de oportunidades. Y que, si no revisamos los principios en los cuales se sustenta este modelo de sociedad, los cambios resultarán cosméticos y de corto alcance en cuanto a impacto.

La convicción que lo que se ha expresado con el reciente estallido social, viene incubándose hace mucho tiempo a partir de la vivencia cotidiana de una serie de abusos, injusticias y privilegios injustificados de algunos, que fue lo que terminó llenando el vaso para que faltara sólo una gota para que fuera rebalsado. La distinción de lo que llenó el vaso y lo que lo rebalsó es clave.

La convicción que las demandas sociales no tienen colores políticos, sino que surgen de la fuerte brecha que la personas perciben en los privilegios y posibilidades de algunos respecto de las de otros para construir libremente la vida que quieren.

La convicción que lo que la gente pide no es sólo "llegar a fin de mes", sino que la posibilidad de estar en una sociedad que no someta desde lo económico, donde se puede ser alguien sin tener que mediar dinero de por medio, y poder relacionarnos desde una lógica distinta a la mercantil.

La convicción que todos somos parte del problema y, por tanto, podemos ser parte de la solución en conversación y coordinación con otros. No hay nadie que pueda estar exento ni de culpa ni de aporte.

Si nuestro accionar ante la crisis social que enfrenta nuestro país es sólo una respuesta al temor más que a la convicción, simplemente estaremos respondiendo a nuestros fantasmas y temores más que a la esperanza y anhelos de muchos.

Y nos transformaremos en un actor defensivo más que contributivo.

Patricio

Polizzi