Vestirnos es una necesidad básica. Usamos la ropa para cubrirnos del frío y protegernos del calor. Pero cuando nos centramos en la cultura donde estamos o en aquella que deseamos conocer vinculada con una experiencia turística, la indumentaria que utilizamos se transforma en una poderosa herramienta que comunica mucho sobre lo que es un destino. Es un producto que aporta a la economía local, porque así como se come y se bebe, todos nos sentimos felices al visitar un lugar de llevar con nosotros un souvenir para tener en casa el sentido del territorio donde estuvimos y qué mejor, en el caso de las mujeres, que realzar nuestra belleza con esta adquisición.

Desde hace más de 15 años dedico mi vida al diseño sostenible de joyas y de vestuario, formando parte de la cadena de valor de turismo de nuestra zona. Trabajo con artesanos que labran con orgullo los materiales y creaciones que elijo como representativas de nuestro territorio, y en cada producto que elaboran, vuelcan su cosmovisión ancestral convirtiéndose en embajadores de lo que sus raíces le entregan. Hago esto porque estoy convencida de que el turismo es un instrumento de paz, que permite aportar al desarrollo sostenible y mas allá de las palabras, integrar a los artesanos como proveedores es una manera concreta de apoyar y de dar más solidez a mi marca en cuanto a contenido.

Mapuche huilliches, colonos alemanes, españoles y la naturaleza que nos rodea y bendice con su riqueza de especies, nos brindan una exquisita historia que en mi caso, hago tangible en los diseños que convierto en accesorios que compran en mi tienda los turistas que valoran lo identitario. Pero hay otros artesanos y artesanas que haciendo productos a mano bellos y con identidad, no son visibles para el viajero. No están conectados con nuestra cadena y necesitan de nosotros que sí lo estamos.

Quienes trabajamos en esta cadena de la hospitalidad, tenemos el legítimo derecho de lucrar en nuestro papel de empresarios, pero también la ineludible responsabilidad de aportar a que la industria turística, sea un instrumento que aporte al desarrollo sostenible. En ASEET Lagos y Volcanes, nuestras socias actúan en consecuencia con esto en cada una de sus líneas de negocio. Por eso me siento encantada de integrar esta asociación de mujeres donde la sororidad es real y la mirada de gestión sostenible al 100%.

Francisca Ferrari Prieto

Más de 227 mil personas presentan deudas impagas en la región, lo que la coloca en el tercer lugar nacional, tras Atacama y Antofagasta; según se desprende de la XXV Estudio de Morosidad de la Universidad San Sebastián y Equifax. El dato es alarmante, porque evidentemente refleja una situación económica compleja, y nos coloca tras dos regiones mineras, donde los efectos del precio del cobre se han dejado sentir en la población y explicarían el fenómeno.

Pero, ¿qué sucede en nuestra Región de Los Lagos, que el 36% de la población adeuda en promedio un millón cuatrocientos mil pesos? Monto que incluso representa un incremento del 11% respecto de igual período del año pasado, donde la deuda promediaba el millón doscientos mil pesos.

La explicación que emana desde la propia universidad, es la precariedad laboral, la calidad del empleo; cuestión que también ha advertido en más de alguna oportunidad este Diario. Porque una cosa es que la región siga luciendo con orgullo ser la que tiene la menor cesantía del país, y cuestión distinta es la calidad de los salarios. El dato no es menor, porque evidencia los bajos sueldos, en una región donde el costo de la vida no es bajo. Además, hay aquí una serie de gastos asociados, por ejemplo, a la condición climática, que no están en el norte del país.

Ahora, los especialistas de la Universidad San Sebastián, advierten que estas cifras de morosidad podrían incluso aumentar, debido a la baja de tasas que aplicó el Banco Central, lo que se traducirá en que más gente se endeudará, sin la certeza posterior de poder pagar.

También se dice que a la población le falta educación financiera y debiera ser ese un pilar a reforzar; cuestión que pudiendo ser cierta, choca con la dura realidad de miles de personas que deben hacer malabares para sobrevivir. De hecho, si hacemos el cruce entre el sueldo promedio de la región versus el costo de vida de la misma; encontramos la explicación a estos resultados.

¿Qué hacer para salir del círculo vicioso de la morosidad? Las soluciones no son mágicas, y por más educación financiera que exista, la precariedad del empleo que brinda esta región es el punto central, y es hacia donde debieran apuntar las autoridades, y que debiera motivar la reflexión del empresariado.