Pese a lo extenso de nuestra costa, y según se desprende de la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2016-2017, apenas el 9,2% de los chilenos cumple con la recomendación de consumir pescado al menos dos veces a la semana. Y peor aún, el dato representa un retroceso respecto de la ENS 2009-2010, en que llegó a 10,7%.
¿Por qué no consumimos pescados en las cantidades recomendadas? ¿Por qué destinamos una parte tan baja de nuestro presupuesto a la compra de este tipo de producto, siendo superado largamente por la carne de vacuno, pollo o cerdo? Por varias razones.
Ciertamente la variable precio, es una barrera que frena su penetración en los hogares chilenos. Pero también hay un tema de acceso, y de falta de una adecuada política tanto pública como privada, que fomente su consumo.
Puerto Montt, "la capital del salmón", recién en estos últimos años posee una par de tiendas de algunas salmoneras, que permiten cierto acceso, aunque con un perfil más bien gourmet, que impide la masividad. Ha faltado, en consecuencia, una política decidida de promoción del salmón por parte de la propia industria que estimule el consumo interno, destacando sus bondades; y su inacción en aquel sentido, ha posibilitado la irrupción de campañas que más bien lo desprestigian.
Y al ser un producto prácticamente inalcanzable o para muchas personas desconocido, no hay vínculo afectivo con la industria, que permita una defensa más transversal y ésta sólo se limita a lo gremial. De manera que la industria necesariamente debe apostar por masificar el consumo interno, pero también el Estado debe generar políticas públicas que permitan que los chilenos en general incrementemos el consumo de productos del mar, incorporándolos a las dietas de los escolares y fomentando su acceso en mercados y restaurantes.
No es posible que un país con una costa extensa y rica en productos de primer nivel -que ya se quisieran en otros países-; siga registrando un consumo tan bajo de pescados y mariscos, que nos siguen dando fama a nivel internacional.