No podemos,- ni debemos-, permanecer indiferentes e impávidos, mientras en las calles de Puerto Montt, cada cierto tiempo, se producen balaceras con resultado de heridos y, sobre todo, con nocivos efectos anímicos y psíquicos sobre una población aterrada frente a tamaña peligrosidad pública. Lo que, al mismo tiempo, daña seriamente el prestigio que nuestra ciudad puerto ha ido alcanzando en los ámbitos del turismo y su dinámica en el flujo de visitantes.
De acuerdo al reporteo de El Llanquihue, desde marzo a hoy, cuatro son las personas que han resultado heridas en la vía Andrés Bello en los señalados hechos, provocados por el uso de armas de fuego de parte de desconocidos, que aún no han sido imputados, no obstante los denodados esfuerzos policiales. Además, que se impone recordar que en una residencial de la esquina que conforman las calles Ancud y Andrés Bello, se produjo un homicidio en noviembre de 2017.
Desde luego, que los más inquietos y preocupados por esta riesgosa situación, son los comerciantes de la calle Varas, particularmente del sector cercano a los tiroteos habidos. Están atemorizados y se sienten inseguros. Lo mismo que el público que habitualmente realiza sus compras en esa área urbana.
Tan urgente como aclarar estos hechos delictuales -identificando y atrapando a sus autores, además de esclarecer el porqué de esta circulación de armamento en la ciudad-, es que las autoridades doten a Puerto Montt de una mejor tecnología de seguridad, de una más óptima iluminación nocturna y de una mayor presencia policial en las áreas más vulnerables, así como en la circulación por los barrios porteños.
Puerto Montt, que es una urbe influyente en el sur patagónico, cuyas autoridades y habitantes se destacan por su estirpe ponderada y progresista, -y que ya está sobresaliendo en el turismo-, no debe quebrantar esa vocación y prestigio, por miedo a una delincuencia cada vez más audaz y que lo único que amerita es mano dura y ley estricta.