En los nuevos tiempos, cada vez más atribulados por la materialidad y la competitiva presión por el tener, cuesta escapar de sus tentáculos y más todavía pensar en el prójimo que sufre. Por eso, cuando alguien logra hacerlo -compadeciéndose de las dificultades del otro-, y entrega solidaridad generosamente y a manos llenas, la admiración hacia ese ejemplo humanitario no debe hacerse esperar, realzándolo como amerita. Más aún, si nunca se ha perdido la esperanza en cambiar el mundo con amor, caridad, comprensión, buenas intenciones y obras de bien.
La reciente donación de un auto eléctrico, con cupo para dos menores, destinado al Servicio de Oncología Infantil del Hospital de Puerto Montt y los pequeños pacientes que allí se tratan para recuperarse del cáncer, de parte del cabo primero de la Armada, Claudio Lara, tiene esa distinción de grandeza humana, que imitar y cultivar.
Él se conmovió al conocer a los pequeños y no pudo dejar de hacer algo por ellos.
Junto a la banda instrumental marinera, que él integra, tuvieron esa especial experiencia al ser invitados a una de las actividades en el hospital con los niños. Conocedor de casos semejantes en Europa, el marino no dudó en posibilitar la idea del auto y sus beneficios terapéuticos en esas condiciones de estresantes extensos tratamientos oncológicos con menores. Una sana y alegre distracción para ellos -desde ahora- para ir "a la quimio sobre ruedas", como ha dicho Lara ya encariñado con sus nuevos amigos.
Como lo describiera Lilian Aguilar, enfermera de Oncología Infantil, al recalcar que la quimioterapia de los menores es un largo proceso, que podrán sobrellevar mejor ahora, movilizados por las dependencias hospitalarias de una forma lúdica, entretenida y amigable.
La gratitud de las mamás de los pequeños y del propio servicio oncológico, ya palpita. Y el generoso gesto solidario de este noble marino, no será olvidado. Por el contrario, inspira en el desprendimiento humanitario para ser de verdad más felices.