En los últimos 10 años estamos soportando un cambio climático notorio, con déficit de lluvias todos los años salvo una excepción. Tenemos cambios ecológicos profundos debido a intensas y extendidas deforestaciones mecánicas y por fuego cadenas de intervenciones en los ríos, alteraciones en el régimen natural de ríos importantes, sin mecanismos de compensación de caudales, drenaje de amplios territorios pantanosos, ñadis, hualves, mallines, vegas, valles que hacían de reservorios naturales de agua con efectos retardadores en las crecidas. Estos cambios profundos inciden en las cuencas y provocan un aumento en la peligrosidad y frecuencia de las crecidas extraordinarias y catastróficas. Esta situación se presenta en zonas rurales del valle central, cordilleranas pero también en zonas urbanas. La expansión concéntrica de algunas ciudades en círculos o en anfiteatros nos hace sufrir inundaciones en la mayor parte de las zonas urbanas donde no se ha expandido la capacidad de evacuación de las aguas lluvias al mismo ritmo en que creció el área que recoge aguas para canalizarlas a antiguos desagües. Por ello las crecidas e inundaciones están resultando más peligrosas y dañinas. Los escasos cálculos han sido superados por la realidad. Nuestros estudios hidrológicos y modelos matemáticos han quedado cortos en sus estimaciones, escalas de intensidad, para distintos años. Las crecidas extraordinarias, llegan a suceder en años de sequía incluso. Los datos técnico - científicos basados en observaciones anteriores a la profundas modificaciones operadas en nuestro planeta - cambio climático- efecto invernadero en nuestra zona, corrientes marítimas de El Niño, La Niña (seca) sobre las costas del Norte de Chile y las costas de Perú y Ecuador, con alteraciones de los ecosistemas en las cuencas altas de esos ríos, con cambios sustanciales también. Las crecidas e inundaciones se vuelven más intensas y frecuentes en sus secuencias, con pérdidas sociales y económicas directas e indirectas en infraestructuras y capacidades. Podemos prevenir actividades e inversiones en zonas de crecida peo no tenemos capacidad de neutralización.

Carlos Ignacio Kuschel Silva.

Todos saben que el principal atractivo de Puerto Montt es su majestuosa y bella bahía, rodeada de volcanes e islas, incluso con una de ellas -Tenglo- encima y todo un símbolo de su sello marítimo. Lo que significa que su borde costero es primordial, para contemplar ese incomparable paisaje característico y único local; debiendo, por lo tanto, acondicionarse -con ese objetivo- de manera prolija y prioritaria en el marco de esa extraordinaria valía y potencial turístico, propio e indispensable para la capital de la Región de Los Lagos.

Cual más cual menos -todos- está consciente de ello. Pero, se hace y avanza poco al respecto. Peor todavía, se actúa al revés. Nuestro bordemar cada vez se aprecia más sucio y menos presentable al visitante. Expuesto a contaminación y otros reveses, por descargas ilegales de aguas servidas. Y, como si fuera poco, todo este panorama negativo para nuestra riberas marinas, se vuelve más gris y dañino con la presencia -en pleno canal de Tenglo (área de Anáhuac y Chinquihue)- de embarcaciones abandonadas de todo tipo y tamaño, que ya cumplieron su vida útil. Despojos y esqueletos de naves, que no sólo impresionan negativamente, pues también influyen -con los elementos de su deterioro- en la polución de las aguas de nuestra rada y canalizo.

Urge, por lo tanto, inspeccionar el origen de estos barcos en desguace, fiscalizar, organizar y poner en marcha el retiro de ellos del mar puertomontino, ubicándolos en tierra firme para estudiar su definitiva finalidad.

Bien se podría imitar lo que se ha hecho en la vecina fluvial ciudad de Valdivia, en cuanto a este tema. Allí se habilitó el proyecto Puente Cau Cau y Cementerio de Barcos (Boat Parking). Donde en una extensa explanada -en filas y ordenadamente- se instalaron decenas y decenas de embarcaciones, de los más variados diseños y portes. Lo que solucionó la presencia de estos restos navieros, contaminando las aguas del hermoso río Calle-Calle y, a la vez, fue una contribución, de alguna manera, a la variedad de los interesantes atractivos turísticos valdivianos.