Mayo también es el Mes del Patrimonio; y el municipio -en adhesión- ha organizado novedosas actividades de senderismo y excursiones, que incluyen hitos culturales e históricos propios de Puerto Montt, que ameritan la visita y el reconocimiento ciudadano.
Destaca en este llamativo circuito -que denota el interés puertomontino por su pretérito-, la visita a la antigua y señera "Silla del Presidente", así denominado un gran tronco de alerce a la vera de la ruta que conecta con Alerce. En la cual nos detenemos, ante el imperativo de hacer algunas consideraciones en su entorno. Sobre todo, por la incómoda condición de descuido en que se encuentra desde hace bastante tiempo, no obstante la intención de resguardarlo que ha habido. Pero, no más que eso. No se trata de una gran inversión, ni de una complicada implementación. Lo que se necesita es que esa importante reliquia sea preservada como corresponde, con un adecuado cierre, una placa que lo destaque, un bonito césped y jardines en su derredor. Más el relato del guía acompañante de las visitas, como en el tour de esta vez.
Se trata de un gran tronco de alerce, que tenía una circunferencia de 14 metros y al que se le calcula una edad superior a los 2 mil años. Según el historiador puertomontino, el jesuita Eduardo Tampe, en su libro "Puerto Montt: crónicas y testimonios de 150 años", una de las autoridades afamadas que se sentó en el añoso tocón, para descansar y admirar el paisaje, fue el Presidente de la República de ese entonces, Pedro Montt, un día de febrero de 1893, acompañado de su comitiva. Posteriormente, otros lo harían. Pero, fue aquel gesto espontáneo presidencial el que se perpetuó.
Lo concreto es que desde aquel episodio -en los albores de Puerto Montt y la colonización alemana- , ese erosionado tronco -pero con el alma viva de las gestas pretéritas-, a la vera del camino hacia el poblado de Alerce, pasó a la historia regional. Y que como tal -hoy- digno es del aprecio y conservación de una comunidad que ama y respeta, con gratitud, a sus antepasados.