Las ediciones veraniegas de nuestro matutino han dado cuenta del interés que -para la industria del turismo- representan los monumentos y lugares de conmemoración histórica y patrimonial regionales. Aunque a varios de los cuales, sin embargo, no se les atribuye, con la prolijidad debida, la connotación nacional que ostentan.
Uno de esos lugares es la Bahía San Pedro (comuna de Purranque, provincia de Osorno), donde los conquistadores españoles (Juan Bautista Pastene, Jerónimo de Alderete, Rodrigo de Quiroga, en la flotilla de los navíos "San Pedro" y "Santiago") hicieron el primer contacto con los habitantes indígenas de la región sur austral de Chile, el 18 de septiembre de 1544. Su latitud (41°) fue designada por el virrey La Gasca como límite meridional de la Gobernación de Chile, otorgada a Pedro de Valdivia el 18 de abril de 1548. Latitud que hoy la ciencia geográfica precisa en 40° 53´sobre la línea imaginaria que, partiendo de la Bahía San Pedro, pasa por Purranque, la ribera norte del Lago Llanquihue, ribera sur del lago Rupanco y otros.
El poblado se denominaba Lepilmapo, al riachuelo que allí desembocaba le llamaban LipiuLeubo y ambos accidentes geográficos correspondían a la provincia designada Lepil. El lonko de las familias residentes era Melillanca (cuatro joyas). Y la localidad fue bautizada por los españoles como San Pedro, "por llamarse Pedro el gobernador y San Pedro el navío del descubrimiento".
De tal manera, que la importancia de la Bahía San Pedro tiene para la historia nacional y para el pueblo mapuche, es de primera magnitud. Trascendencia que justifica una digna consideración -a todo nivel-, facilitando su accesibilidad y relevándola con un hito recordatorio de sus orígenes. Y así acrecentar nuestro patrimonio regional cultural, incorporado a la red turística de la zona, a través de su inigualable atractivo marítimo y costero. Donde también resalta el programa "Patagonia Costa" y su singular circuito ribereño entre Puerto Montt, Calbuco y Maullín, enriquecido por la diversidad cultural de un entramado de arqueología costera, tradiciones canoeras de más de 7 mil años, navegación y biodiversidad, rutas gastronómica y arquitectónica, aves y humedales...
Es tiempo, ya, de ir potenciando el turismo de nuestra región toda, consolidando circuitos entrelazados, que encanten al turista y aporten al progreso.