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"Nadie es adicto a los alimentos naturales, sí a los procesados"

LANZAMIENTO. Esta es una de las conclusiones que postula el médico siquiatra Carlos Téllez en su libro "Obesidad, Una Enfermedad de Salud Mental".
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Roberto Gaete Parraguez

Casi sin darnos cuenta, y en sólo un par de décadas, Chile pasó de sufrir con los trastornos de la desnutrición de su población, a verse enfrentado a un problema tanto o más complejo que ese, como es la obesidad y el sobrepeso. De hecho, hay quienes sostienen que de no mediar un cambio sustancial en nuestros hábitos, de aquí al 2030 cerca del 90% de la población podría enfrentar esta patología. Motivo más que suficiente para que la podamos calificar como la gran pandemia del Siglo XXI y que en este caso, animó a un médico puertovarino a postular que el origen del problema radica en la mente.

"Obesidad, una enfermedad de salud mental", es el libro que lanzó el pasado viernes el siquiatra Carlos Téllez, en la sala -1 del Centro de Arte Molino Machmar de Puerto Varas.

En él, no sólo profundiza sobre su teoría, sino que además postula un modelo integrativo de recompensa que explica por qué hoy casi la mitad de la población sufre este problema.

¿Por qué la obesidad es un problema de salud mental?

Porque precisamente es ahí donde están los principales factores de origen y mantención de la enfermedad. Esto puesto que los alimentos actúan directamente en el cerebro, activando el sistema de recompensa y liberando neurotransmisores como dopamina, encefalinas y endorfinas, los cuales tienen un efecto regulador inmediato sobre nuestros afectos, sensaciones y emociones. Así utilizamos la comida tanto para disfrutar, gozar y reír como para calmarnos frente a las penas, angustias, tristezas y frustraciones que en mayor o menor medida están siempre presentes en nuestras vidas.

Además de lo anterior la obesidad es generada por el consumo de alimentos procesados tales como azúcares y harinas refinadas, grasas saturadas y grasas trans que generan placer, tolerancia y una serie de efectos en nuestro cerebro que las convierten en sustancias adictivas reales, capaces de generar adicción. La baja percepción de riesgo de la población hacia este tipo de sustancias es un factor crucial. La clásica expresión "más bueno que el pan" es un claro ejemplo de esa baja percepción de riesgo, pues son justamente el pan y las harinas refinadas uno de los alimentos que más favorecen la ganancia de peso en las personas, con todos los problemas médicos y metabólicos que ello conlleva.

Usted califica la adicción a los alimentos como una enfermedad real, pese a que existe controversia científica al respecto… ¿La pone al mismo nivel que otras adicciones?

Exactamente al mismo nivel. La adicción es una adicción y el tema central es que no se puede dejar de consumir la sustancia pese a las evidentes consecuencias perjudiciales que esta genera. Ahora, evidentemente el nivel de adicción a una sustancia no es igual en todas las personas. Por ejemplo, no todos los adictos al alcohol son iguales, pues claramente existen casos más simples y otros más complejos.

Por otra parte el potencial adictivo, los efectos, las pérdidas, las consecuencias y los órganos afectados son diferentes. Por ejemplo, no se desarrolla ni se vive de la misma forma una adicción al chocolate o al tabaco, que una adicción a la cocaína o al juego.

Lo que debe quedar muy claro es que nadie es adicto a alimentos naturales tales como lechugas, manzanas, porotos, pescados, mariscos o carnes. Salvo que se les haya adicionado elementos químicos o hayan sido sometidos a procesos químicos tales como la fritura, por mencionar uno muy común.

¿En qué consiste el modelo integrativo de recompensa?

Se basa en entregar un modelo integral que nos muestre cómo funciona el sistema de recompensa en nuestro cuerpo. Este sistema de recompensa es en gran medida responsable de todo lo que nos hace sentir placer, pero hasta la fecha se le ha dado escasa importancia. El sistema de recompensa es tan o más importante como otros sistemas tales como el sistema digestivo, inmune o circulatorio por mencionar algunos.

La estimulación del sistema de recompensa genera efectos energizantes y vitalizadores, pero también calmantes, sedantes y relajantes, lo que genera las sensaciones placenteras.

El cómo aquello que nos gusta o nos pueda llegar a gustar (porque los gustos se desarrollan), tiene poderosos efectos en nuestras vidas y en nuestra salud. Los beneficios, riesgos y consecuencias de los diversos activadores del sistema de recompensa son algunos puntos que aborda el modelo y son desarrollados en el libro, que guarda relación con los grandes temas de hoy, como es la obesidad, el consumo de marihuana, alcohol, la adicción a los videojuegos y pantallas, entre otros.

¿A su juicio, qué políticas públicas se debieran impulsar para hacer frente al problema?

Lo primero que hay que hacer es enseñar en la educación básica y media la importancia del sistema de recompensa; cómo opera, sus riesgos y trampas. Cómo aquellas sustancias o actividades con un efecto placentero, ya sea relajante y/o energizante, pueden determinar la vida de una persona.

Lo segundo sería establecer como un derecho fundamental de los niños el derecho a una alimentación saludable. Mucho se habla de los derechos de las personas hoy en día, pero de este derecho básico y tan elemental para el futuro de nuestros niños, no se habla. Los niños y adolescentes de hoy están tremendamente expuestos a alimentos adictivos y que tienen evidentes consecuencias perjudiciales para su salud y su futuro.