Comenzando 2019 invito a reflexionar acerca del mundo en que vivimos y cómo vivimos en él. Hace más de diez mil años se produjo en el planeta un calentamiento cuya magnitud sería similar al cambio climático proyectado para los próximos 100 a 150 años, pero con algunas grandes diferencias: la primera es que este último se desarrolla en una escala temporal ínfima; la segunda es que esto ocurre aceleradamente producto del impacto sin precedentes que hemos ocasionado los seres humanos. Hace unos meses, la revista Science publicó un estudio que alerta sobre el riesgo que enfrentan los ecosistemas terrestres por al alza de temperatura y otros fenómenos que perturban la biodiversidad. El mensaje es claro: si no se disminuye de forma drástica la emisión de gases invernadero, las consecuencias serán catastróficas e inéditas. Otros factores que empeoran el escenario y que son producto de las actividades humanas tienen que ver con las especies invasoras, el uso insostenible de los suelos, los incendios forestales, el manejo de la basura y la fragmentación de ecosistemas que ha dejado sin corredores biológicos a numerosas especies, por nombrar algunos. Las datos y acontecimientos suman y siguen y se vuelve deprimente: esto no puede ser así. Debemos trabajar colectivamente para convertirnos en personas conectadas con y para la naturaleza. Nunca en la historia se había tenido tanta información sobre la biodiversidad del planeta como hoy: ¿Cómo no vamos a ser capaces de entenderlo y llevarlo a una sociedad más consciente? ¿Cómo no pensamos en el mundo que va a tocar a nuestros hijos? Ejemplos para mejorar hay miles. Está en nuestras manos, en nuestras decisiones y acciones, modificar nuestros hábitos y elegir vivir de manera más simple. Un gran ejemplo son los Parques Nacionales que juegan un rol importantísimo, tanto por su valor escénico como por los servicios ecosistémicos relevantes que proveen, como el agua pura, la captura de carbono y la desintoxicación. Como comunidades y a nivel nacional, impulsemos un compromiso transversal para que los ecosistemas tengan la mejor recuperación posible.

Martín del Río. Fundador y director General de Ladera Sur.

Consejero Corporación Amigos de los Parques.

En la interminable y paciente espera de tantos años, y en la multiplicada, confusa y anestesiante burocracia, que mantienen estancado y sin perspectiva el proyecto de reposición de un tren corto entre Puerto Montt y Alerce, se refleja en toda su dimensión la insaciable voracidad del monstruo del centralismo estatal-gubernamental, que no trepida en invertir sus principales recursos financieros en monumentales obras en el área metropolitana y centro del país, mientras que en el resto (eso es "resto") del territorio esqueléticas regiones se conforman (no queda otra) con las sobras y las ilusiones, que no hacen más que precipitar a una vida frustrada y sin horizontes.

Puerto Montt, por ejemplo, está cada vez más asfixiado por su complicado tránsito, que lo provoca el explosivo incremento de su parque automotor y una limitada y estrecha conectividad. Motivo suficiente como para aferrarse a la esperanza descongestionadora, que puede aportar un servicio de transporte ferroviario desde este puerto a la crecida ciudad satélite e, incluso, hasta Puerto Varas, como lo acaba de mencionar el seremi de Transportes, Nicolás Céspedes. Quien ha puntualizado que al proyecto le faltan precisiones de diseño. Particularmente en cuanto a la calidad de sus terminales, complementos de seguridad en la vía férrea y medios de traslado de los pasajeros que necesitan acceder al centro urbano y sector alto, tras su viaje en el tren.

Es imperioso que, a nivel de seremía, ahora mismo, el secretario regional ministerial acuda a Santiago y -a nivel presidencial- haga lo imposible por ratificar la urgencia del proyecto y conseguir los recursos necesarios antes de quedar al margen distributivo. Y, con ello, otorgarle el impulso decisivo que dé señales fehacientes de que definitivamente se hará. Y así, los puertomontinos sean testigos del sueño ferroviario que dejó de ser tal. Y que este avance inicial -como clave alternativa de transporte entre comunidades aledañas- es una esperanzadora muestra de que -tarde o temprano- el ferrocarril recobrará su importancia estratégica nacional.