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El derecho de vivir en paz en Puerto Montt

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Gonzalo Valenzuela. Partido Progresista (PRO).

Región de Los Lagos.

La ciudad de Puerto Montt mantiene el desafío de otorgar mayor seguridad pública a sus habitantes. No sólo a plena luz del día y en los lugares más céntricos de la comuna; el deber es abarcar la totalidad de las poblaciones, barrios y villas que constituyen la ciudad, las 24/7. Y para ello, no podemos aceptar como normal que nuestras calles no tengan siquiera iluminación o que algunas lugares no puedan ser transitables de noche porque regularmente allí se cometen asaltados. Es menester tomar esto como reflexión y no crítica propiamente tal. Según última encuesta de victimización en el comercio, nuestra ciudad aumentó en 15 puntos el índice de victimización, desprendiéndose que un 51% de los establecimientos comerciales, muchos de ellos pymes han sido víctima de delito. Si bien en la estadística de delitos de mayor connotación social existe una disminución en lo que se refiere a detenciones por lesiones menos graves y robo con violencia o intimidación, por caso contrario, los delitos que más aumentaron en la ciudad se registran los homicidios, otros robos con fuerza y el robo en lugar no habitado. Lo anterior de acuerdo a datos publicados por la subsecretaria de prevención del delito. ¿Qué necesita Puerto Montt? Se requiere de un plan integral que garantice por lo menos 3 enfoques holísticos. El primero es la prevención, rehabilitación y reinserción como una sola etapa de acción coordinada entre el Municipio y las organizaciones públicas y privadas. El segundo es la persecución del delito y garantías de apoyo a la comunidad. Y tercero, una coordinación activa interministerial con programas del Ministerio de Justicia que permitan abordar acciones de rehabilitación en conjunto con fondos y proyectos del Ministerio de Desarrollo Social. Incluyendo también las carteras de educación, cultura, salud y medioambiente que permitan abrir espacios de cohesión social, donde no sólo se considere el combate con la delincuencia sólo por la coacción, sino que abrir los espacios para el desarrollo social de la comunidad sea un plan de acción eficiente y efectivo. Muchos profesionales entre ellos profesores, psicólogos, psicopedagogos, kinesiólogos y muchos otros, esperan de programas innovadores para trabajar desde distintos territorios no sólo el combate contra la delincuencia sino desde la integración de la prevención.

Ricardo Morales. Administrador Apostólico de Puerto Montt.


Cristianos convierten


el agua en vino

En primer lugar inicio esta columna dominical en el Diario El Llanquihue, dando las gracias por la hermosa posibilidad que me han dado, de compartir una opinión sobre nuestra vida, la sociedad, la humanidad, a la luz de la Palabra de Dios. Pretendo, que la Palabra que el Señor nos ha dejado, nos interpele, nos provoque, no nos deje sin cuestionarnos. Durante días pasados hemos escuchado por las informaciones de prensa, que un atentado terrorista ha causado la muerte en Colombia de más de 20 personas, dejando además una serie de heridos, muchos de ellos graves. Una vez más, en el hermano país, vuelve la violencia que provoca temor y conmoción, a pesar de los esfuerzos que se han hecho por buscar la paz a partir del diálogo y de dejar las armas por parte de los grupos armados, como las conocidas Farc, que tanto dolor causaron al pueblo colombiano, en atentados y secuestros. Este horrible hecho, me ha llevado a preguntarme cómo es posible entender la violencia terrorista, la experiencia del mal radical, el causar daño a otro inocente, en países donde la democracia, el respeto a los derechos humanos y las garantías políticas están aseguradas, y conocemos bien, se han hecho esfuerzos por el diálogo y caminos de paz. ¿Es que hay que darse por vencido frente al mal, la violencia, el terror? Ciertamente que no, pues si dejamos de trabajar por un mundo más humano y humanizador estaremos abdicando de lo más preciado. El Evangelio que utilizamos este domingo y en cada Eucaristía, nos señala que Jesús convierte el agua en vino, pues en la fiesta de matrimonio se había acabado ese imprescindible liquido para celebrar. ¿Seremos capaces de convertir hoy el agua en vino?, para algunos sin duda sería algo deseable… pero me refiero a las otras realidades insípidas, sin color, incapaces de llenar de alegría nuestro mundo, como son por ejemplo, las expresiones de odio, de violencia, de terror y de muerte, etc. La gran filósofa judía Ana Arendt, hablaba de la "banalidad del mal", la "inconsistencia" del mal, a partir de su experiencia con el inicuo régimen nazi. Esa banalidad, eso insípido, es lo que estamos llamados los cristianos a transformar ¿cómo?¿de qué manera? Si estamos hoy llamados a algo como cristianos, es precisamente a transformar nuestra realidad, desde el odio a la paz, desde la división a la comunión.