A sólo unos días de que el año 2018 termine, podemos decir con certeza que los tiempos mejores definitivamente no llegaron a Chile ni a la región y es más, estamos terminando el año con profundas heridas y divisiones en el alma nacional, que ni siquiera los aires navideños pudieron contribuir a remediar.
El asesinato de Camilo Catrillanca y las sucesivas mentiras sobre los ocurrido; el parto que significó la salida Hermes Soto de Carabineros; el extenso paro de los estibadores de Valparaíso; la decisión del gobierno de restarse del pacto migratorio propuesto por la ONU y otra serie de desatinos, vinieron sólo a coronar un año malo para el país; con cero autocrítica de parte de un conglomerado político que llegó a La Moneda no sólo prometiendo tiempos mejores, sino que con una crítica despiadada a quienes fueron sus antecesores.
¿Se acuerdan de Chilezuela?
Lo cierto es que ni la productividad, el empleo y los salarios han mejorado; y la encuentras -que tanto interesan a este gobierno- demuestran que la gente se aburrió, pues sienten que como país estamos peor que hace un año.
Nuestra región no escapa a esta realidad. Desde mi regreso al Congreso Nacional, que coincidió con la instalación del gobierno, realicé por todos los medios un llamado al diálogo en la región.
Me reuní con el intendente para pedirle que nos convoque a todos para trabajar por la región, pero al cabo de casi un año nada de ello ocurrió y cada cual desde su posición ha hecho lo suyo, sin lineamientos mínimos que permitan ponernos al servicio de un proyecto más grande, en el que la unidad sea nuestra principal fortaleza y por el contrario, las disputas de poder entre los parlamentarios oficialistas ha sido vaivén por el cual se mueve el gobierno y sus autoridades en la región.
Así, estamos terminando un muy mal año, pero tengo la esperanza, que dicen es lo último que se pierde, que el próximo será mejor, porque si no: simplemente estamos jodidos.
Gabriel Ascencio Mansilla.
Diputado (DC) de la República. Región de Los Lagos.