Tras la partida al infinito de ese puertomontino ejemplar que fue Mario Meersohn Skudin, quien dio su vida por su familia, por tender una mano generosa hacia los más desvalidos, por servir al bien de sus coterráneos y por el progresar de su querida ciudad-puerto, debemos reconocer que ya nos estamos quedando sin baluartes de humanidad. Sin guías luminosos, que muestran la buena senda. Sin constructores de hermandad, que unen en torno a nobles causas. Sin precursores de iniciativas, que en la solidaridad engrandecen. Sin idealistas, cuyo íntegro e inspirado comportamiento motivan a la imitación...
Mario Meersohn blandió esos valores de honestidad y servicio público -con fulgor especial- desde las distintas instituciones que integró. Sobre todo, en el Rotary Club, Deportes Puerto Montt, Cámara de Comercio y Centro para el Progreso. Donde junto con sembrar fraterna amistad, instó siempre a proyectarse, con generosidad, hacia el bien común, especialmente en relación a los más necesitados de ayuda para superarse.
Antes, ya, nos habían dejado otros extraordinarios líderes puertomontinos, como Tótila Lintz Stange, Jorge Brahm Yuraszeck, Juan Sandoval Paredes... A quienes se acaba de unir Mario Meersohn. Todos sobresalientes personajes locales en virtudes morales, voluntad emprendedora y sensibilidad humanitaria. Y que amaron entrañablemente a Puerto Montt y a sus coterráneos. Luchando por ellos desde todas las palestras. Con la convicción de que la mejor justificación de vida, es consagrarla al bien del prójimo, a animar a conseguir una existencia más digna para todos, a trabajar unidos por metas nobles, a tomar conciencia de que el egoísmo y la avaricia sólo dividen, empequeñecen y destruyen. Que sólo el esfuerzo mancomunado, respetuoso y solidario, dignifican y dan felicidad.
Necesitamos guías dispuestos a dar la gran batalla constructiva y unificadora. Perseverante, austera, servicial, sólo interesada en hacer el bien y multiplicar lo bueno y respetar la dignidad humana. Nuevos Meersohn, Lintz, Brahm, Sandoval...