Las redes sociales y el mundo digital con sus distintas aplicaciones han llegado a resolver y dar solución a múltiples problemas de la sociedad actual en todo ámbito. Sin embargo, también ofrecen aspectos más oscuros, especialmente aquellos relacionados con el acoso o intimidación escolar.
Sabemos que el perfil del acosador responde, entre otros, a una necesidad de controlar y dominar a los demás. Con los agregados de un temperamento explosivo e impulsivo, falta de empatía, poca capacidad de autocrítica, intolerancia a las diferencias y manipulación de las situaciones y personas.
Con las redes sociales todas estas conductas se ven potenciadas, no sólo porque el espacio donde ocurren pasa de ser físico a virtual y la difusión del acto intimidatorio se hace público con rapidez, sin control. Un proceso en el que abundan las opiniones que degradan aún más a la persona que sufre el acoso escolar.
Esto es especialmente grave cuando se trata de niños y adolescentes. Conocemos el caso de Katy Winter, quien se habría quitado la vida por los comentarios que sufría en el ámbito de su colegio.
¿Cuántos niños más deben convivir con estas situaciones? Un maltrato que no se termina ni desaparece, porque el escolar deje el colegio o escuela, sino que está ahí presente todo el tiempo y a la vista y comentario de cientos o miles de personas.
Horrible es conocer que las aplicaciones tecnológicas se utilizan para amedrentar con burlas, ofensas, descalificaciones, críticas y amenazas, que se inician, más o menos, a partir de 5° Año Básico y a través del celular, preferentemente.
Por cada joven que se quita la vida, hay 20 que lo han intentado y otros 50 que lo han pensado.
Como las redes sociales no van a desaparecer, urge trabajar fuertemente no sólo en la prevención y en la buena convivencia, pues también es importante abordar este problema regulando el uso de dispositivos en los establecimientos y sancionando a los acosadores digitales.
Hoy por hoy, cuidar a nuestros niños y protegerlos es el deber más importante como sociedad.