Un paso trascendental hacia un Chile que demuestra su capacidad de dialogar y llegar a consensos, es lo que representa el Acuerdo Nacional por la Seguridad Pública. Que, en lo medular, es el reflejo de cómo se avanza con firmeza y concretamente cuando se supera el nivel de la pequeñez política basada en la rencilla, el cahuineo de kiosko y el autobombo en redes sociales, para pasar a la búsqueda de soluciones comunes y orientadas a los ciudadanos. Cuando hablamos de la seguridad de chilenas y chilenos, aludimos probablemente a la mayor de las preocupaciones en nuestro país. Los portonazos, el robo con amenaza de ataque con arma, tiroteos y destrucción de material que es útil para el uso de todos -como paraderos de buses-, son asuntos que aborda este acuerdo, con 150 propuestas transversale,s tras la participación activa de representantes de distintos sectores e instituciones del mundo civil y académico en una mesa de trabajo. Modernización y fortalecimiento de las policías, fortalecimiento del sistema de inteligencia del Estado, fiscalización y control de las armas de fuego, rol de las municipalidades en la seguridad pública y coordinación en la persecución penal, son los cinco principales ejes sobre los que se sustenta este acuerdo. Partiendo de la base que mayoritariamente las personas buscan generar una vida fundamentada en la decencia, el trabajo, aportar a la sociedad y ver prosperar a sus familias, este acuerdo viene a garantizar la condición más esencial para que todo ello se pueda desenvolver: seguridad. Justamente, esa sensación de desprotección estaba consumiendo en la angustia al país completo, más allá de comunas populosas, lugares peligrosos u horarios de madrugada. Y allí cabe resaltar esta iniciativa presentada recientemente al Presidente Sebastián Piñera, por devolver a Chile las herramientas de confianza que permitan el desarrollo.

Narcotráfico, trata de personas, ciberataques, crimen organizado y tráfico de migrantes, entre otras formas de delincuencia, se enfrentarán desde ahora a un combate durísimo, como debe ser, cuando lo que se resguarda es la seguridad de chilenas y chilenos.

Javier Hernández H.

Diputado (UDI) de la República. Región de Los Lagos.

Con las alas gastadas y ya más frágiles, pero con un corazón gigante siempre dispuesto a auxiliar y con el indeleble recuerdo en su mente de gestas aéreas inolvidables, emprendió su último vuelo, esta vez al infinito, el "viejo cóndor austral". Denominación de cariño y admiración, con que se le conoció por estos confines al más intrépido, diestro, avezado, valiente y generoso piloto civil puertomontino, Ernesto Hein Águila, recientemente fallecido y cuyo segundo apellido lo retrata en su alada vocación humanitaria hacia el prójimo, sobre todo por los más afligidos y aislados.

Veinte mil horas de vuelo -valeroso y solidario- confirman la trayectoria excepcional de este inolvidable prócer de la aviación sureña, al servicio de la conectividad aérea nacional entre Puerto Montt y zona de la Patagonia. Digna de reconocer, aplaudir e imitar. Tal como lo hiciera, en su oportunidad, la Fuerza Aérea de Chile, que lo galardonó con la Cruz al Mérito Aeronáutico de Chile, en el grado Cruz de Servicios Distinguidos. Además de otros reconocimientos surgidos del corazón del terruño austral, que supo de sus increíbles proezas de piloto y de la grandeza de su humanitario espíritu socorrista, que a nada temía si se trataba de ayudar, como tantas veces lo hizo auxiliando a enfermos y a familias aisladas en apuros. Junto con demostrar su profundo amor a Chile, -con impresionante valentía y decisión-, cuando debió cumplir misiones aéreas que fueron primordiales en el conflicto de Laguna del Desierto, lanzando vituallas a la patrulla policial.

Ernesto Hein fue asimismo el primer piloto que abrió la ruta aérea comercial al austro, la que militarmente ya había afianzado la FACh. Abrió la colonización alada, que permitió establecer soberanía chilena en los más recónditos rincones de la inhóspita geografía insular patagónica.

Vaya -¡por siempre!- la más profunda gratitud y admiración sureña a este compatriota ejemplar, que brindó su vida por el prójimo y su país, en un vuelo valiente y confiado. Como lo fuera el último despegue al infinito del "viejo cóndor austral".