Es primordial invertir en obras de progreso y modernización para Puerto Montt, pero hay que evitar que la aprobación de los proyectos de avance derive en que se vayan acumulando en una extensa fila e interminable espera para verlos materializarse. Algo que -por no priorizar- inevitablemente causará la inquietud e incertidumbre ciudadana, frente a prometidos y gestionados adelantos por mucho tiempo esperados.
Es lo que está pasando con el mentado tren urbano Alerce-La Paloma, que, no obstante su innegable utilidad en las imperiosas carencias de conectividad local, tras un entusiasta impulso, el proyecto quedó en el camino y ya casi nadie lo recuerda.
Lo mismo sucede con el postergado plan de desarrollo del sitio arqueológico de Monte Verde de Puerto Montt. Portentosa cuna de la civilización americana, que continúa sin el museo donde preservar sus invaluables reliquias, ni la recreación prehistórica en el lugar del hallazgo. Siendo vanos los clamores, hasta el del propio descubridor del milenario yacimiento, Tom Dillehay, hoy chileno-estadounidense, quien no ha dejado de pedir la puesta en valor de este patrimonio universal.
Otro proyecto que ha motivado mucho revuelo, pero pasajero fervor, ha sido el del Parque Natural y de las Artes, cuya habilitación está prevista realizar en los ex terrenos del puerto petrolero, en los altos de Egaña con Vista Hermosa. A pesar de su incuestionable importancia -dada la preocupante carencia de áreas verdes en nuestra ciudad- este anhelo ciudadano también se diluye y desalienta bajo la infaltable anestesia burocrática.
Ahora, se aprueba instalar una moderna y ornamental fuente de aguas policolores en la zona de la Plaza y como comienzo de la mega remodelación peatonal del sector céntrico de Puerto Montt. Toda una obra monumental y de enorme valía turística.
Tampoco hay que olvidar la optimización de Angelmó, que ya se viene; el parque en Tenglo, el Terminal de Buses, la doble vía a El Tepual, etc.
Los planes sobran, las obras escasean.