Gracias a la magia de la pantalla televisiva -inserta en las comunicaciones vanguardistas globales de los tiempos en boga- hemos disfrutado -chicos, grandes y mayores-, ¡como nunca!, de lo apasionante que es el deporte del fútbol y sus capacidades integradoras, pacifistas, recreacionales, y de sana, alegre y fraternal convivencia.
No fue un mundial -el de Rusia- de gran jerarquía técnica individual, como sucedió en otros mundiales con la brillantez de Pelé, Garrincha, Cruyff, Zidane, Maradona… Pero, que sí deslumbró con el poderío colectivo, físico y estratégico de las selecciones europeas. Sobre todo, frente al desilusionante rendimiento sudamericano, que se vio decadente ante al renacer del fútbol del viejo continente, que mostró calidad individual y asociada, unida a una impresionante potencia atlética. Y todos pensamos que si Chile hubiera clasificado, habría honrado -con garra y prestancia- al balompié sudamericano y su frustrante presentación.
Con su estilo de veloz y demoledor contragolpe, Francia fue un legítimo ganador de la Copa del Mundo. Y compuesto por jugadores de distintas etnias, dio también una lección multicultural, de inclusión racial y de gran empoderamiento en ese rol. Imitable en las nuevas sociedades de este siglo global y en el futuro.
La cita futbolística planetaria permitió igualmente conocer mejor a la verdadera Rusia, de bella arquitectura, hermosos paisajes y amables habitantes. Quedando en el anecdotario esa distorsionada imagen gris, sombría, impenetrable, que emanó del círculo de hierro de la incomunicación pretérita.
Japón también quedó en el recuerdo. No sólo por su avance en el desarrollo futbolístico, sino que asimismo por su ejemplo de urbanidad y buenos modales, a través de sus hinchas. Estos, al término del espectáculo -con paciente celo oriental- aseaban prolijamente el lugar, desde donde habían permanecido alentando a la selección nipona.
En fin, un notable Mundial, que deja un positivo mensaje para todos. De trabajar más en el fútbol y de cultivar la hermandad con mejor actitud.