El percance de salud, -en plena actividad dando cuenta pública de su quehacer en los primeros meses al frente del gobierno regional, sufrido recientemente por el intendente Harry Jürgensen Caesar-, junto con motivar una inquietante preocupación ciudadana, insta igualmente a reconsiderar la extensión de este tipo de balances, las condiciones que ofrece el lugar donde se desarrollen y los apoyos logísticos disponibles en aquellas oportunidades.
Luego de esta ingrata experiencia, queda en evidencia el esfuerzo sobrehumano que suele implicar la lectura en voz alta, por más de una hora, sobre todo si se trata de prolongados y áridos textos. Lo que se agrava más todavía, si el ambiente que rodea a la persona que los lee es inapropiado: encerrado, deficiente en luminosidad, carente de ventilación, con mucha concurrencia, sofocante. Lo que al cabo de casi dos horas de relato, como sucedió, termina por influir negativamente en el expositor. Más aún, si este viene de cumplir otras exigentes actividades, que incluso le han impedido alimentarse adecuadamente, como aconteció esta vez.
Ha llegado la hora, entonces, de tomar los debidos resguardos para evitar que estos episodios se repitan. Y se vayan adoptando precauciones más humanizadoras en el quehacer de nuestras autoridades. Para no sobreexigirlas más de la cuenta. Y puedan desenvolverse en un marco de prudente manejo y eficiencia en el servicio público que es su vocación, y donde la garantía de la vital salud y calidad de vida esté asegurada.
También, es el momento de remodelar el salón azul de la Intendencia Regional, incorporándole el necesario equipamiento de espacio, ventilación y luminosidad, entre otros adelantos de vanguardia, que consoliden un escenario de categoría gubernamental. Al tiempo que -en el caso de los recuentos públicos- estos sean más condensados y precisos, encuadrados en un período que no resulte ingrato.
Así, se convertirán los escollos en la fuerza necesaria para seguir el avance hacia las metas trazadas.