Durante los últimos días salió a la luz pública una investigación, respecto a dilucidar en qué circunstancias cinco niños de nacionalidad haitiana quedaron a cargo de una familia en Puerto Varas. El caso, en manos de diversos organismos públicos como la Fiscalía, la Interpol y Extranjería, ha sido objeto de amplios comentarios en las denominadas "redes sociales", tales como Facebook y Twitter, además de las secciones destinadas a los lectores de portales electrónicos.
Citaré dos comentarios surgidos hace algunos días, a propósito de la historia de los menores extranjeros, sin ir al fondo de la causa en sí. Primero, un usuario que se dice llamar Elvis escribió: "Que asco. Ya están contaminando Puerto Varas". Otro, donde firma "María Isabel", dice que, por culpa del Gobierno, ahora con los inmigrantes "debemos vivir con delincuentes en nuestras calles".
Resulta increíble ver tal nivel de odio de un grupo de la población, los que sin asco atribuyen una serie de fatalidades a las personas que llegan a nuestro país, a buscar una oportunidad de vida. ¿Tiene algo de malo eso? Claro que no es ningún pecado. Todo lo contrario, da luces del empeño y ganas de superar la pobreza y las carencias de sus sitios de origen de los nuevos compatriotas, cualidad que no tiene ninguna nacionalidad, sino que es una característica del ser humano en sí mismo.
El fallecido novelista y semiólogo italiano Umberto Eco disparó con todo contra este tipo de personas. "Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los necios", sentenció.
Qué duda cabe que el racismo no es una expresión nueva. La historia reciente nos recuerda el holocausto nazi, que dejó al menos seis millones de judíos muertos. También se puede recordar el reparto de África, en el siglo XIX, por parte de las potencias de la época, que trajo como consecuencia el esclavismo y el exterminio. La creación del Estado chileno también derivó en la persecución de los pueblos originarios y el posterior despojo.
Vale la pena insistir en estos tiempos modernos la empatía y el respeto por el ser humano, porque si seguimos el camino contrario la historia nos enseña lo que puede ocurrir.
Carlos Véjar Davis, periodista y editor de El Llanquihue