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Puertomontino busca levantar 100 aulas en campos de refugiados

MEDIO ORIENTE. Jorge Lobos recibe premio en la XX Bienal de Arquitectura, por iniciativa para apoyar regreso a clases de niños desplazados por la guerra civil de Siria.
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El arquitecto puertomontino originario de Chiloé, Jorge Lobos, obtuvo el premio Masisa a la mejor propuesta profesional en la XX Bienal de Arquitectura de Chile, con un proyecto desarrollado bajo el alero de la fundación EA-HR (por las siglas en inglés de Emergency Architecture & Human Rights), que busca la instalación de 100 salas de clases destinadas a la educación de niños en campos de refugiados en el medio oriente.

El galardón fue entregado en el encuentro, que partió la semana pasada y que se extenderá hasta el 10 de noviembre en el Parque Cultural de Valparaíso, denominado "Diálogos Impostergables" y busca generar una reflexión sobre las necesidades que deben convertirse en una prioridad.

En diálogo con El Llanquihue, Lobos explicó que desde el año 2004 trabajan con el ambicioso objetivo de llevar la arquitectura profesional a la población del mundo que carece de ella, y traspasando el conocimiento que genera la humanidad en este ámbito a todo el planeta el que ahora está siendo aplicado en territorios afectados por la guerra.

"La fundación Arquitectura, Emergencias y Derechos Humanos, que es un organismo del cual soy fundador, cuenta con tres sedes: una en Roma, otra en Santiago y la más grande que se ubica en Copenhague (Dinamarca). Ahora, yo tengo mi oficina en Puerto Montt, la que también está fuertemente vinculada al organismo. Ahora, sabemos cuáles son nuestras limitaciones, podemos aportar, mejorar ayudar y colaborar, pero no vamos a resolver los problemas del planeta", dijo.

Cúpulas de arena

El proyecto, cuyo prototipo inicial fue financiado gracias al aporte de la familia puertomontina compuesta por los hermanos Jack, Aníbal y Fabiola Mosa, consiste en el levantamiento de aulas de 28 metros cuadrados en las inmediaciones del campo de refugiados de Villa Zaatari, en Jordania (considerado el más grande del mundo), y que se encuentra a escasos 10 kms de la frontera con Siria.

"Actualmente, en el campo de refugiados de Zaatari hay más de 40 mil niños, y de ellos sólo la mitad asiste a la escuela. Esta es una constante que se repite en todos los campos de refugiados, y más aún, fuera de ellos, porque no toda la gente llega a esas instalaciones humanitarias. Hay familias que se ubican en sus inmediaciones o en sectores rurales que tampoco tienen escuelas, por lo que hay una necesidad clara de contar con aulas para atender a estos niños", detalla el arquitecto galardonado.

En cuanto a los materiales utilizados para las estructuras, que tienen la forma de una cúpula, son sacos de arena unidos con alambre y recubrimientos de barro y paja.

"Detectamos que la solución que ofrece Naciones Unidas, Unicef y otros organismos humanitarios, se basa en edificios muy grandes que requieren donantes para su financiamiento, logística, electricidad y una mantención compleja. Además, el campo en el futuro puede desaparecer, y la infraestructura quedar abandonada en medio del desierto".

Frente a ello, el equipo se planteó el desafío de generar una estructura de bajo costo de construcción y que fuera fácil de mantener por la comunidad, y que en caso de ser abandonada se degrade sin causar impacto en el ambiente.

"Utilizamos bolsas biodegradables, que se llenan con arena del lugar, madera, conexiones de alambre, entre bolsa y bolsa, que va por dentro para evitar el deslizamiento. Esto se recubre con un estuco de tierra y paja. Son espacios de muy bajo costo", cuenta.

Los prototipos

Ya se han levantado prototipos de estas aulas de emergencia en Copenhague, en la isla de Cerdeña (Italia) para probar su resistencia en climas más cálidos, una en el exterior del campo de refugiados de Zaatari y otra que se está construyendo en la Bienal de Arquitectura en Valparaíso.

La construcción de estos primeros modelos de las salas de clases de bajo costo, ha estado en manos de arquitectos, colaboradores y otros profesionales de la fundación Arquitectura, Emergencias y Derechos Humanos. "Ha sido un trabajo colaborativo y colectivo. El primer prototipo, levantado en Copenhague hace un año, fue financiado con el aporte de una familia de empresarios puertomontinos de origen sirio, lo que ha sido un apoyo clave en el proyecto", subraya Lobos.

Acerca del aporte financiero al proyecto, Fabiola Mosa contó a El Llanquihue que "cuando comenzó la guerra en Siria empezamos a ver cómo ayudar. Estábamos en eso, cuando recibimos la llamada de Jorge, quien nos presentó el proyecto de su fundación. No podía creer que hubiera gente de Puerto Montt sensibilizada con lo que estaba sucediendo allá y decidimos apoyarlo".